En las últimas semanas hemos podido leer que más de un 90% de los consumidores prefieren las marcas blancas (en realidad, hace mucho que dejaron de ser blancas y hoy son marcas del distribuidor, MDD). Los datos están obtenidos de un estudio de la consultora especializada en relaciones públicas Grayling. El estudio en cuestión no he sido capaz de encontrarlo en su web, y por los datos que aporta me dala impresión de que no se refieren a España (la última información de la que dispongo establece que la alimentación no es todavía el grupo de productos con mayor peso de la MDD. Así que, esta información hay queponerla un tanto en cuarentena. Es posible que se refiera a Reino Unido, o al conjunto de Europa. O a todo el mundo. Suponiendo que haya un universo muestral válido para dicho estudio, lo que nos viene a decir es que es posible que la MDD alcance una presencia en el mercado no ya minoritaria, sino claramente totalitaria.

Por otro lado, un reciente estudio de Kantar, esta vez si en España y con varios años de trayectoria en su haber, deja la cosa muy clara, la MDD aumenta en España a buen ritmo (espoleada por la crisis y el sesgo hacia el precio de las decisiones de compra de los consumidores), aunque no llega al 35% del valor: 

Informe Kantar

Finalmente, hace unos días me llamó la atención una noticia (escueta) que afirmaba que Cada vez hay más consumidores híbridos. El consumidor híbrido sería aquel que en la mayor parte de sus compras de alimentación opta por el precio, aunque en determinados productos, relevantes por cuestiones emocionales o de cualquier índole para él, opta por productos de la gama alta. A priori me pareció un eufemismo, ese tipo de comportamiento es el de capricho de toda la vida: como lo era el consumo de carne de ternera en la España de los 50. Sin embargo, no hay que menospreciar el concepto tan rápido. Debe hacer más de una década desde que leí (lo siento, no recuerdo dónde) que en Estados Unidos se estaba produciendo un claro distanciamiento entre los consumidores. Los de alto poder adquisitivo y los de menor poder adquisitivo eran los segmentos que más crecían en aquel país en las décadas de los 80 y 90 y, de ahí, el éxito de cadenas de distribución orientadas al precio como era Wallmart. ¿Podemos asumir que nos está pasando algo así?

Al menos a corto plazo y en España, el aumento del paro ha sido tan rápido y el número de familias sin ingresos del trabajo se ha multiplicado tanto que la clase media se ha visto laminada y reducida (por el lado de los ingresos salariales y sociales, ante los recortes registrados en determinados servicios públicos). Los nuevos miembros de las clases más humildes, y los que aún se sostienen en la reducida clase media, se han visto empujados, por obligación o por precaución a alterar sus patrones de consumo, de forma que el precio se ha convertido en una de las principales variables a tener en cuenta, incluso en la alimentación.

Aún así, a pesar de que la apariencia señala hacia una preferencia por los precios bajos y por la búsqueda de las marcas del distribuidor, aún una parte importante de los mismos se fija en el fabricante (incluso en la MDD) como referente de calidad.

Es por ello que me atrevo a sostener que más que un consumidor híbrido, lo que tenemos es un consumidor con menor poder adquisitivo, o con demasiada incertidumbre por su futuro y que se comporta, por tanto, de forma pragmática: consume a precios bajos, aunque siempre mirando de reojo la calidad y mantiene en su cesta de la compra aquellos productos que le reportan un valor añadido personal más elevado.