Esta mañana, en la presentación en Valladolid del número 2 de los Cuadernos de Estudios Agroalimentarios, dedicado a los sistemas productivos locales agroindutriales (SPLA), me he acordado de una de las cuestiones que nos llevaron a dedicar un monográfico a este asunto: la capacidad que tienen estos sistemas de resistir y rehacerse ante situaciones de crisis. Eso que los ecólogos llaman resiliencia.

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Respecto a los motivos que hay detrás de esta virtud, es evidente que algunos serán específicos, pero otros muchos son comunes. En primer lugar, los SPLA se basan en una categoría de productos menos sensibles a los cambios en la renta de los consumidores. Aunque las familias se fijan cada vez más en el precio, no dejan de comprar alimentos y, si lo hacen s en mucha menor intensidad que otro tipo de bienes. Esto, que en general es cierto, explica que la demanda de estos productos no se vea tan afectada y que por comparación termine siendo un sector más atractivo durante las crisis que en los momentos de bonanza en los que hay multitud de alternativas de inversión.

Pero es que, además, en los SPLA se producen normalmente relaciones de coocompetencia (cooperación y competencia) entre las empresas, de forma que se comparten informaciones, conocimientos y códigos de conducta que favorecen la continuidad del sistema. O sea, el conjunto completo es mucho más valioso que la suma de las individualidades. Asimismo, se suelen crear relaciones de complicidad con las sociedades en los que se desarrollan, por lo que es mucho más sencilla la relación con las administraciones cercanas o con instituciones implicadas (sindicatos, organizaciones de productores, etc.). Es decir, es fácil que surjan objetivos comunes deseables por todos o casi todos y que sean perseguidos por todo el territorio que los soporta.

Y esa es otra de las ventajas: el vínculo territorial fuerte, normalmente basado en la disponibilidad de un recurso natural o en la existencia de unas condiciones ambientales especiales y específicas para algún tipo de producción (agrícola o ganadera). Esto implica que existan economías de localización evidentes en la pertenencia a un determinado territorio (p.e. Guijuelo, Jijona, Rioja o Estepa son nombres de lugares con una honda repercusión alimentaria).

El número presentado esta mañana es un compendio de SPLA. No están todos los que son, pero si que son todos los que están, siendo posiblemente el primer libro (en realidad, revista) en la que se tratan tantos y tan diversos casos. Como decía en la rueda de prensa, creo que en ningún otro de nuestros trabajos se refleja también el triple compromiso de la Fundación Cajamar, con la difusión del conocimiento, del desarrollo local y de la economía social. Los 11 artículos más la introducción del coordinador, José Ángel Aznar, son un excelente glosario de algunos de los sistemas productivos más significativos de nuestro país y en sus páginas se encierran muchas más claves que las que yo he sido capaz de enunciar aquí para explicar el porqué de la resiliencia de los distritos agroindustriales.