Una cooperativa es, ante todo, una empresa. El objetivo primario de sus socios es lograr un flujo de ingresos decente y, si fuera posible, creciente. El espíritu que empujaba a los pioneros de Rochdale debía ser muy parecido a ese. La esencia de la cooperativa es la puesta en común de una serie de recursos (trabajo y capital) para llevar a cabo una actividad económica beneficiosa para los socios. Pensar que su esencia es el beneficio cero es una necedad y un error de planteamiento propio de quien desconoce la naturaleza humana (que, dicho sea de paso, es el verdadero objeto de estudio de la economía).
La reciente caída de Fagor y algunas de las empresas asociadas al Grupo Cooperativo Mondragón ha puesto en solfa todo el modelo. Las cooperativas han pasado a ser consideradas como un anacronismo, como una rara avis en medio de la gran corriente del capitalismo. Y los números así parecen confirmarlo. Crear cooperativas no está de moda. De hecho su número hoy es menor que al principio de la crisis y, desde 2003 se viene comportando de forma menos positiva que en el resto de años.
Evolución del número de empresas y de cooperativas en España. Índice 1999=100.
Fuente: Directorio Central de Empresas. DIRCE, INE.
¿Entonces es verdad que está en crisis el modelo cooperativo? ¿Y eso de que era mucho más estable en términos de mantenimiento del empleo? Desde luego, es cierto que algo no marcha bien en la creación de cooperativas desde 2003. Posiblemente, la eclosión de otras modalidades de empresas de naturaleza similar pero de mayor facilidad de creación y con mayores posibilidades de gestión, tales como las SLL y las SAT, tengan mucho que ver en ello.
Por otro lado, es posible que esta figura empresarial sea una de las más reguladas de España. No en vano existen actualmente 18 leyes de cooperativas, tras la reciente aprobación de la cántabra. El tratamiento separado de esta figura económica está provocando una de las más notorias fragmentaciones del mercado nacional, situación a la que se le atribuye una importante incidencia en el lento proceso de concentración de la oferta cooperativa agraria. Y la solución que se encuentra es, claro, otra ley: la de Integración Cooperativa.
Es obvio que el cooperativismo se encuentra de nacimiento con algunas dificultades relacionadas con la variabilidad de su capital social, la toma de decisiones (el principio un socio un voto) o la adhesión a unos principios con los que, seguramente, no estarán al 100% de acuerdo los socios o que, probablemente, serán desconocidos por la mayoría.
Sin embargo, las mayores cooperativas del mundo resulta que se encuentran en algunos de los países más integristas en lo que a la defensa de la economía de mercado se refiere (la mayor del mundo es de EEUU). Hace unos años, un trabajo publicado por la Fundación Cajamar ponía de manifiesto la vigencia y buena salud del cooperativismo agroalimentario en algunos países europeos. La gran diferencia que aquel trabajo encontraba entre las realidades de los distintos países con respecto al nuestro era precisamente la profusión de normas regulatorias en nuestro ordenamiento.. En algunos casos extremos ni siquiera había legislación sobre cooperativas, siendo ésta una forma jurídica más entre las que los promotores de una empresa podían optar. En España da la impresión de que el legislador cree que las cooperativas deben ser tuteladas, que no están preparadas para defenderse en el mercado en términos de igualdad con el resto de empresas. Circunstancia que es errónea, ya que de cara a los consumidores no existen diferencias a la hora de decidir la compra.
En resumen, no creo que el modelo cooperativo esté superado, creo que en España no le dejamos madurar, no le dejamos evolucionar y lo estamos convirtiendo en un fósil viviente en el peor de los casos, o en una opción empresarial fuertemente ideologizada y dogmática. Si lo liberásemos de tantos anclajes artificiales y lo tratásemos como un modelo adulto, seguramente, tendríamos como resultado un tejido cooperativo sustancialmente más dinámico e innovador.
Una cooperativa es, ante todo, una empresa. El objetivo primario de sus socios es lograr un flujo de ingresos decente y, si fuera posible, creciente. El espíritu que empujaba a los pioneros de Rochdale debía ser muy parecido a ese. La esencia de la cooperativa es la puesta en común de una serie de recursos (trabajo y capital) para llevar a cabo una actividad económica beneficiosa para los socios. Pensar que su esencia es el beneficio cero es una necedad y un error de planteamiento propio de quien desconoce la naturaleza humana (que, dicho sea de paso, es el verdadero objeto de estudio de la economía).
La reciente caída de Fagor y algunas de las empresas asociadas al Grupo Cooperativo Mondragón ha puesto en solfa todo el modelo. Las cooperativas han pasado a ser consideradas como un anacronismo, como una rara avis en medio de la gran corriente del capitalismo. Y los números así parecen confirmarlo. Crear cooperativas no está de moda. De hecho su número hoy es menor que al principio de la crisis y, desde 2003 se viene comportando de forma menos positiva que en el resto de años.
Evolución del número de empresas y de cooperativas en España. Índice 1999=100.
Fuente: Directorio Central de Empresas. DIRCE, INE.
¿Entonces es verdad que está en crisis el modelo cooperativo? ¿Y eso de que era mucho más estable en términos de mantenimiento del empleo? Desde luego, es cierto que algo no marcha bien en la creación de cooperativas desde 2003. Posiblemente, la eclosión de otras modalidades de empresas de naturaleza similar pero de mayor facilidad de creación y con mayores posibilidades de gestión, tales como las SLL y las SAT, tengan mucho que ver en ello.
Por otro lado, es posible que esta figura empresarial sea una de las más reguladas de España. No en vano existen actualmente 18 leyes de cooperativas, tras la reciente aprobación de la cántabra. El tratamiento separado de esta figura económica está provocando una de las más notorias fragmentaciones del mercado nacional, situación a la que se le atribuye una importante incidencia en el lento proceso de concentración de la oferta cooperativa agraria. Y la solución que se encuentra es, claro, otra ley: la de Integración Cooperativa.
Es obvio que el cooperativismo se encuentra de nacimiento con algunas dificultades relacionadas con la variabilidad de su capital social, la toma de decisiones (el principio un socio un voto) o la adhesión a unos principios con los que, seguramente, no estarán al 100% de acuerdo los socios o que, probablemente, serán desconocidos por la mayoría.
Sin embargo, las mayores cooperativas del mundo resulta que se encuentran en algunos de los países más integristas en lo que a la defensa de la economía de mercado se refiere (la mayor del mundo es de EEUU). Hace unos años, un trabajo publicado por la Fundación Cajamar ponía de manifiesto la vigencia y buena salud del cooperativismo agroalimentario en algunos países europeos. La gran diferencia que aquel trabajo encontraba entre las realidades de los distintos países con respecto al nuestro era precisamente la profusión de normas regulatorias en nuestro ordenamiento.. En algunos casos extremos ni siquiera había legislación sobre cooperativas, siendo ésta una forma jurídica más entre las que los promotores de una empresa podían optar. En España da la impresión de que el legislador cree que las cooperativas deben ser tuteladas, que no están preparadas para defenderse en el mercado en términos de igualdad con el resto de empresas. Circunstancia que es errónea, ya que de cara a los consumidores no existen diferencias a la hora de decidir la compra.
En resumen, no creo que el modelo cooperativo esté superado, creo que en España no le dejamos madurar, no le dejamos evolucionar y lo estamos convirtiendo en un fósil viviente en el peor de los casos, o en una opción empresarial fuertemente ideologizada y dogmática. Si lo liberásemos de tantos anclajes artificiales y lo tratásemos como un modelo adulto, seguramente, tendríamos como resultado un tejido cooperativo sustancialmente más dinámico e innovador.