En este blog hemos comentado en otras ocasiones el buen comportamiento que ha tenido el agroalimentario español durante la crisis. Hemos hablado de las exportaciones, del acceso al crédito y de la innovación y el conocimiento. Todo ello no es más que el reflejo de una mejora de la competitividad. Y la competitividad, tarde o temprano, pasa por la productividad, o por una mejora en la captación de valor añadido. Hoy vamos a ahondar un poco en el comportamiento de esta variable usando para ello los datos de la Contabilidad Nacional que elabora el INE.

Como todo el mundo sabe, no es precisamente este un sector que se caracterice por una elevada productividad (Gráfico 1). Tanto la del primario, como la de la industria de los alimentos, la bebida y el tabaco, es muy inferior a la del conjunto de la economía.

Gráfico 1.

Fuente: Contabilidad Nacional de España, INE

 

Además, si ponemos en perspectiva temporal los datos, nos damos cuenta de la menor capacidad tradicional de las dos componentes agroalimentarias para mejorar su productividad (Gráfico 2), siendo ampliamente superada por el conjunto de la economía en el que la presencia de los servicios es mayoritaria. Sin embargo, en este mismo gráfico ya se vislumbra que, mientras que la pendiente de las líneas de la industria y el primario siguen manteniendo una pendiente elevada, la del conjunto de la economía se ve terriblemente afectada por la crisis y retrocede.

Gráfico 2.

Fuente: Contabilidad Nacional de España, INE


Obviamente, este comportamiento distinto provoca que las diferencias se estrechen. Pero, si enfocamos a los datos de la crisis (tomando 2007 como año base), vemos que el diagnóstico aparece ya meridianamente claro (Gráfico 3). Tras el bache de 2009, la productividad en los dos sectores del agroalimentario ha aumentado de forma importante, en torno a un 25 % en ambas ramas. Por lo tanto, ya tenemos una evidencia sólida. El comportamiento de la productividad en las ramas agroalimentarias ha sido mucho más favorable durante los años de crisis que en el conjunto de la economía, por lo que su ganancia de peso y de importancia en la economía española ha sido fruto de un comportamiento continuado, menos intenso que en el conjunto de la economía, pero mucho más estable.

Gráfico 3.

Fuente: Contabilidad Nacional de España, INE 

 

 

Cajamar ha editado hace pocos dias un nuevo número de sus Cuadernos de Estudios Agroalimentarios, en esta ocasión dedicado a la innovación. Casualmente, hace poco leía una entrada en Marketing4food que sólo el 24 % de as innovaciones supera el primer año en el lineal. Eso significa que el porcentaje de éxtico comercial es muy bajo, y que el triunfo requiere paciencia y muchas pruebas.

Con un nivel de compertencia tan elevado como el actual, los agentes del mercado agroalimentario deben estar preparados para mantener un esfuerzo inversor continuado en la investigacion y el desarrollo de nuevos productos, así como en las innovaciones de proceso que permitan una mejora de los rendimientos y, en suma, de los costes.

Volviendo al cuaderno de Cajamar. Está coordinado en esta ocasión por los profesores José Ángel Aznar y por Javier Calatrava. El número arranca con un excelente artículo sobre el tratamiento que el pensamiento economico le ha dado al fenómeno de la innovación. Posteriormente, se tratan aspectos relacionados con el proceso de innovación en las empreas y los factres que contribuyen al éxito de dicho proceso.

Finalmente se tratan cuestiones sectoriales y territoriales, que cubren el olivo, el vino, y las agriculturas valenciana, murciana y almeriense, tres de las más dinámicas del panorama nacional.

Una lectura muy interesante para comenzar a saber sobre estas cuestiones. El enlace al número AQUÍ...

Una cooperativa es, ante todo, una empresa. El objetivo primario de sus socios es lograr un flujo de ingresos decente y, si fuera posible, creciente. El espíritu que empujaba a los pioneros de Rochdale debía ser muy parecido a ese. La esencia de la cooperativa es la puesta en común de una serie de recursos (trabajo y capital) para llevar a cabo una actividad económica beneficiosa para los socios. Pensar que su esencia es el beneficio cero es una necedad y un error de planteamiento propio de quien desconoce la naturaleza humana (que, dicho sea de paso, es el verdadero objeto de estudio de la economía).

La reciente caída de Fagor y algunas de las empresas asociadas al Grupo Cooperativo Mondragón ha puesto en solfa todo el modelo. Las cooperativas han pasado a ser consideradas como un anacronismo, como una rara avis en medio de la gran corriente del capitalismo. Y los números así parecen confirmarlo. Crear cooperativas no está de moda. De hecho su número hoy es menor que al principio de la crisis y, desde 2003 se viene comportando de forma menos positiva que en el resto de años.

Evolución del número de empresas y de cooperativas en España. Índice 1999=100.


Fuente: Directorio Central de Empresas. DIRCE, INE.

¿Entonces es verdad que está en crisis el modelo cooperativo? ¿Y eso de que era mucho más estable en términos de mantenimiento del empleo? Desde luego, es cierto que algo no marcha bien en la creación de cooperativas desde 2003. Posiblemente, la eclosión de otras modalidades de empresas de naturaleza similar pero de mayor facilidad de creación y con mayores posibilidades de gestión, tales como las SLL y las SAT, tengan mucho que ver en ello.

Por otro lado, es posible que esta figura empresarial sea una de las más reguladas de España. No en vano existen actualmente 18 leyes de cooperativas, tras la reciente aprobación de la cántabra. El tratamiento separado de esta figura económica está provocando una de las más notorias fragmentaciones del mercado nacional, situación a la que se le atribuye una importante incidencia en el lento proceso de concentración de la oferta cooperativa agraria. Y la solución que se encuentra es, claro, otra ley: la de Integración Cooperativa.

Es obvio que el cooperativismo se encuentra de nacimiento con algunas dificultades relacionadas con la variabilidad de su capital social, la toma de decisiones (el principio un socio un voto) o la adhesión a unos principios con los que, seguramente, no estarán al 100% de acuerdo los socios o que, probablemente, serán desconocidos por la mayoría.

Sin embargo, las mayores cooperativas del mundo resulta que se encuentran en algunos de los países más integristas en lo que a la defensa de la economía de mercado se refiere (la mayor del mundo es de EEUU). Hace unos años, un trabajo publicado por la Fundación Cajamar ponía de manifiesto la vigencia y buena salud del cooperativismo agroalimentario en algunos países europeos. La gran diferencia que aquel trabajo encontraba entre las realidades de los distintos países con respecto al nuestro era precisamente la profusión de normas regulatorias en nuestro ordenamiento.. En algunos casos extremos ni siquiera había legislación sobre cooperativas, siendo ésta una forma jurídica más entre las que los promotores de una empresa podían optar. En España da la impresión de que el legislador cree que las cooperativas deben ser tuteladas, que no están preparadas para defenderse en el mercado en términos de igualdad con el resto de empresas. Circunstancia que es errónea, ya que de cara a los consumidores no existen diferencias a la hora de decidir la compra.

En resumen, no creo que el modelo cooperativo esté superado, creo que en España no le dejamos madurar, no le dejamos evolucionar y lo estamos convirtiendo en un fósil viviente en el peor de los casos, o en una opción empresarial fuertemente ideologizada y dogmática. Si lo liberásemos de tantos anclajes artificiales y lo tratásemos como un modelo adulto, seguramente, tendríamos como resultado un tejido cooperativo sustancialmente más dinámico e innovador.

Europa Occidental vuelve a estar de moda como destino de la inversión. Al ritmo del deterioro de las reservas de divisas de los emergentes, se engrosan las repatriaciones de capitales hacia el Viejo Continente; capitales que en gran parte salieron durante las etapas más duras de la crisis del euro. Antes de seguir con el propósito real de este artículo, quisiera apuntar lo que debería resultar una obviedad para cualquiera, y es que el ciclo de entrada-salida de capitales es mucho más rápido que el ciclo de constitución de activos-explotación de los mismos y que estas diferencias de ritmos generan con demasiada frecuencia desajustes y problemas (y elevados costes) a nivel local.

En cualquier caso, retomo la idea central, Europa vuelve a estar de moda para la inversión y España con ella. Especialmente España, donde se apunta a una recuperación que aún es débil y que encuentra más obstáculos que apoyos para su desarrollo, pero en la que casi todo el mundo parece creer (profecías autocumplidas). La cosa es que en las últimas semanas hemos conocido la intención de dos grandes de la gran distribución minorista de entrar en el mercado nacional. Cotsco y Hema han mostrado su interés en posicionarse en nuestro mercado.

De esta manera, se apretará un poco más la competencia en este segmento, en el cual (ya lo hemos comentado otras veces) los niveles de competencia se han acrecentado desde la crisis y en el que se veían oportunidades de compra de alguno de los principales agentes nacionales por los verdaderos gigantes de la distribución global. Desde el punto de vista de los consumidores, la entrada de dos nuevos competidores potentes tendrá repercusiones, seguramente, en la mejora del poder adquisitivo de su renta, pero: ¿qué sucederá aguas arriba de la cadena de distribución?

Aunque alguien podría pensar que la llegada de nuevos gallos al gallinero puede significar una mejora de las oportunidades de las gallinas, el alto nivel de competencia que ya existe, y las enormes diferencias en el poder de negociación, provocarán que ocurra lo que ya lleva tiempo sucediendo, pero de forma mucho más intensa. Esto es, un aumento de la presión sobre los márgenes de todos los agentes de la cadena, con mayores exigencias por parte del último eslabón hacia la contención de costes y la moderación de los precios de venta.

No hay muchas opciones, el aumento de la presión va a eliminar jugadores y va a obligar a los que queden a evolucionar. Y una de las vías más claras de evolución que hay es la del crecimiento, un crecimiento que, insistimos, ya no basta por si solo: tiene que venir acompañado de ganancias perceptibles de valor por el lado del consumidor y, casi más importante, de posibles ventajas (aunque sólo sean en forma de costes de oportunidad evitados) para la gran distribución.

Hace unos días compartía con los amigos de la Cooperativa de El Villar una estupenda sesión de la Escuela de Consejeros Cooperativos de Cajamar. Estábamos hablando de la manera de vender los alimentos. Obviamente, aparte de la referencia a la ferescura o a la salubridad, deberíamos usar más el recurso a las emociones. Hay fantásticos ejemplos, pero a mi siempre me ha sorprendido cómo las empresas de tecnología nos venden sus productos. Algunos de ellos recurren a las capaciadades ténicas de sus aparatos. Pero otros las obvian, y te lanzan directemente un dardo al corazón. Es el caso de Apple que, desde hace muchos años ha recurrido a este sistema y mucho más desde que lanzaron la campaña Think Different (piensa diferente).

Es por eso que esta mañana, cuando he entrado en la web de Apple España y he visto este anuncio me he acordado de la sesión del lunes: venden un trozo de tecnología recurriendo a la poesía, a la oral, a la musical y a la visual:

(Se pueden activar los subtítulos y la traducción al español o verlo en español directamente en la web de Apple España)

Comentamos algunas formas de hacer llegar a los consumidores el mensaje, utilizando tecnologías baratas y muy extendidas que nos permitieran incluso pasar por encima de los minoristas. Hablamos de los códigos QR combinados con una web localizada (en el idioma del navegador que conecta) y en la que narrar una historia que enganche al consumidor.

En el ámbito de los productos de la Industria de los alimentos y bebidas sí que recurren con frecuencia a las emociones (por ejemplo, Campofrío lleva varios años recurriendo en Navidades a nuestro lado más humano y humorístico). Pero, si hay en el ramo de los alimentos una industria que sepa hacer esto contotal naturalidad es la de la cerveza. Y, si no, a las pruebas me remito: ¿nos venden una cerveza o una forma de vida?:

Cajamar Caja Rural acaba de presentar un nuevo ejemplar de su colección de monografías Mediterráneo Económico (link), esta vez dedicado al papel de las cooperativas agroalimentarias en el mundo. El título del volumen, coordinado por Eduardo Baamonde, no puede ser más explícito sobre la intención del mismo: “El papel del cooperativismo agroalimentario en la economía mundial”.

Desde esta misma página nos hemos referido en multitud de ocasiones a las necesarias transformaciones que deben llevar a cabo las cooperativas agroalimentarias españolas. Si no me falla la memoria hemos tratado cuestiones relacionadas con la dimensión, la orientación al mercado, la profesionalización de la toma de decisiones o la apuesta por la innovación y la internacionalización. Pues bien, a lo largo de las más de 300 páginas del libro, nos encontramos, no ya con referencias a la necesidad de llevar a cabo estos cambios, sino cpn la narración de las razones y necesidades que han llevado a muchas cooperativas a lo largo y ancho del mundo a adoptar estas orientaciones estratégicas.

Las tendencias de fondo que están detrás de esto también las hemos comentado ya en alguna ocasión: el proceso de concentración de la distribución, que desequilibra el poder de mercado y obliga a nuevas condiciones de suministro y presentación de los productos; los cambios en las preferencias de los consumidores, que apuestan por la calidad, por las nuevas presentaciones y por la utilidad de sus compras; o las crecientes regulaciones relacionadas con la calidad y salubridad tanto de los productos como de los canales de distribución.

Crecer, conocer al consumidor, colaborar con el resto de la cadena (o, incluso integrarse vertical u horizontalmente) son elementos centrales de la estrategia de cualquier cooperativa que quiera seguir contando en el mercado en los próximos años. España se ha incorporado un poco después a las tendencias europeas, incluso a la de la concentración de la distribución, pero en nuestro país están avanzando a gran velocidad.

Baamonde, que presentó el libro en Almería, comentó en su disertación que la globalización ha llegado para quedarse, que las cooperativas ya actúan en mercados globales, aunque no quieran darse cuenta de ello, y que las dimensiones actuales no son las adecuadas para satisfacer las necesidades de la distribución y de los propios consumidores. Hizo un llamamiento muy claro y directo para que las cooperativas aprovechen la ley de integración. También apostó por un cooperativismo más pragmático, tanto en lo que a sectores de actividad se refiere como en lo que ha organización societaria de las actividades (sociedades anónimas, fusiones o compras de empresas privadas, etc.). En el fondo, aún siendo conscientes de la enorme distancia que las cooperativas españolas deben recorrer para ponerse a la altura de sus hermanas centro y norte europeas, su mensaje fue un mensaje de esperanza, llegando a afirmar en un momento dado que el futuro de la agroalimentación española era de las cooperativas.

Cierto es que en el ranking de las 100 mayores cooperativas (págs. 39 y 40) lo que vemos son empresas de los países más desarrollados (y, en parte, globalizados) del mundo, por lo que siendo España una potencia agrícola regional, lo lógico es que tuviéramos al menos 2 ó 3 grandes cooperativas en dicho listado. Pero también es cierto que en este país (y en Europa) nos encontramos con el freno de la legislación procompetencia, que se muestra muy limitativa en todo lo que se refiere a los mercados agrarios. En las páginas del libro se menciona que, en Estados Unidos, las cooperativas agrarias están excluidas de su legislación antitrust. Y eso que ellos son el país que inventó las leyes antimonopolio…

En cualquier caso, una lectura altamente recomendable.

 

Leo en Alimarket (enlace) que “el sector de la distribución se encuentra a las puertas de un gran proceso de concentración”. Bien es cierto que se trata de un entrecomillado atribuido a Enric Ezquerra, director general de Condis, y que se trata de una opinión personal. Sin embargo, también hay que reconocer que, aunque no sea la misma letra, la música ya nos suena. No hace mucho se mencionaba la posibilidad de compras de empresa españolas por parte de grandes multinacionales de la distribución.

El mensaje de base, la música, es que el sector distribuidor se ve a sí mismo “pequeño” en España. Rápidamente, el lector asiduo recordará la de líneas que desde este Blog se han dedicado a glosar los problemas de falta de dimensión de las empresas comercializadoras españolas y, particularmente, de las cooperativas agrarias.  Hace pocos días, en el Congreso de FAECA, tres de las mayores cooperativas andaluzas (DCoop, COVAP y Única Group) coincidían en verse a sí mismas como demasiado pequeñas para competir en los mercados actuales. Ayer mismo, el director general de ANECOOP, Joan Mir, reconocía en una Jornada sobre Banca Social y Emprendimiento en Valencia que su empresa era demasiado pequeña para la dimensión que había alcanzado la distribución.

La debilidad del consumo en los países europeos, la estabilización de las poblaciones (en España se está parando el proceso de creación de nuevos hogares), el envejecimiento, el daño recibido por las clases medias y las transformaciones en el comportamiento de los consumidores son las bases sobre las que se justifica el fuerte aumento de la competencia en el segmento. Sobre todo en España.

O sea, resulta que ahora que el mundo cooperativo comienza a darse cuenta de una de sus principales fuentes de debilidad, centrada en la falta de dimensión y la incapacidad para negociar en igualdad de condiciones, los que nosotros ya consideramos gigantes comienzan a vislumbrar un futuro de aún mayor concentración en su segmento. La conclusión inmediata es que, si tienen razón, los tamaños que hoy consideramos razonables para que una comercializadora (cooperativa o no) sea significativa en el mercado quedarán desfasados, muy desfasados por encima…

No me cabe la menor duda de que el juego de oferta y demanda terminará por “seleccionar” el tamaño como variable de competitividad esencial y que, a la larga, en España habrá muchas menos cooperativas, que estas serán mucho más grandes y que su gestión será mucho más profesional. Ahora bien, comienza a parecerme que el proceso se va a acelerar en respuesta a los movimientos que se lleven a cabo en eslabón de la distribución y que posiblemente esto generará muchas disfunciones y presiones sobre la parte superior de la cadena agroalimentaria. Se nos vienen encima tiempos aún más complicados y apasionantes que los pasados. La recesión comienza a quedar atrás, pero la crisis quiere permanecer. La confianza de consumidores y empresarios (agricultores, comercializadores o distribuidores) aún es muy delicada. Y el crédito posiblemente nunca vuelva a fluir como lo hizo durante la década y media prodigiosa de la economía española.

En resumen, que estamos a las puertas de una nueva vuelta de tuerca y que en los próximos años asistiremos al nacimiento de muchos “gigantes” en el campo español, gigantes que se parecerán cada vez más a sus hermanos mayores europeos.

Este artículo se corresponde con las conclusiones de uno de los últimos libros elaborados por el Servicio de Estudios Agroalimentarios de Cajamar Caja Rural. Por tanto, la autoría se reparte entre Ana Cabrera, Roberto García y el que normalmente suscribe este Blog. Si el lector desea profundizar, el libro está disponible para descarga AQUÏ.

El sector agroalimentario juega un papel muy importante en la sociedad andaluza, tanto desde el punto de vista económico, como social y territorial. El valor añadido bruto generado por las actividades agrarias y agroindustriales supera los 9.400 millones de euros, y da empleo a unas 270.000 personas. Además presenta un saldo exterior muy favorable, con un superávit comercial de más de 4.000 millones de euros.

Andalucía es la primera región agraria de España, aportando casi el 24 % del total nacional, sin embargo, su peso en la industria de alimentación y bebidas se reduce hasta el 13 %, situándose a una considerable distancia de Cataluña. En este sentido, la incorporación de valor añadido a las producciones agrarias de la región sigue siendo el gran reto regional.

En Europa, las cooperativas juegan un papel fundamental en el sector agroalimentario, con una notable participación en el mercado para la mayoría de los sectores y países de la Unión. Ahora bien, si se compara la situación del cooperativismo agrario español con el resto de países del continente, se observa que los ratios económicos (facturación media por cooperativa y socio) en nuestro país son sensiblemente inferiores a la media europea, aunque el número de socios por cooperativa sea mayor en España.

Obtener una mayor dimensión se ha vuelto prioritario para abordar procesos de transformación de los productos agrarios, alcanzar economías de escala, mejorar el poder de negociación en la cadena de suministro e iniciar procesos de internacionalización o de I+D+i. La forma de hacerlo es muy variada: fusiones, adquisiciones, integraciones en estructuras de superior grado, o simplemente con alianzas comerciales. Para alcanzar unos niveles adecuados de competitividad se está produciendo también un cambio en el enfoque empresarial, estando más  centrado en el mercado.

En Andalucía las cooperativas agrarias son más pequeñas que la media nacional, aunque 3 de las 10 que más facturan en España son andaluzas. El sector ha experimentado una notable mejora en la última década, encontrándonos hoy con empresas más modernas y adaptadas a la situación de mercado. No obstante, aún han de hacer frente a retos relacionados con un mayor crecimiento empresarial, con la mayor incorporación de valor y con la internacionalización.

La industria agroalimentaria ha mantenido en Europa un peso muy relevante, tanto en el conjunto de la Unión como en cada uno de sus estados miembros. En 2011 suponía el 12,3 % del total de las manufacturas aunque en algunas de las principales economías, como Reino Unido, Francia, España o los Países Bajos, el porcentaje era notablemente superior. Concretamente, en el caso de España del 18 %. Es también la rama industrial que más trabajo genera (algo más de 4,2 millones de empleos) y que más valor añadido aporta con 204.000 millones de euros (el 12,8 % del total de las manufacturas) aunque está por debajo de la media en lo que a productividad se refiere.

La industria de los alimentos ha pasado en las últimas décadas de comandar la cadena de valor a ver cómo la distribución moderna le superaba, lo que ha exacerbado las tensiones favorables a la globalización y el crecimiento corporativo.

En España se está produciendo una intensa reducción del número de empresas de la industria alimentaria y un aumento de la dimensión media de las mismas, aunque aún siguen siendo muchas. De hecho, España es el país de la Unión con mayor número de empresas en este sector: en torno a 30.000, pero sólo somos el tercero en cuanto a generación de valor añadido. La clave es la productividad, que en nuestro caso apenas es superior a la media de la Unión y está muy por debajo de países como Bélgica, Irlanda, Países Bajos o Reino Unido.

Las particularidades de Andalucía en el campo industrial vienen definidas por las especializaciones agrarias de la Comunidad. Así, en términos de facturación el principal subsector de la misma es el de aceites y grasas, que en 2011 ingresó 4.689 millones de euros.

La Distribución Moderna se caracteriza por aprovechar las diversas ventajas que le proporciona el profundo conocimiento del comportamiento y los gustos de los consumidores, su volumen de compras, la utilización intensiva de tecnologías de la información y los mecanismos que la Globalización ha puesto a su alcance. Así, muchas de estas empresas son grandes multinacionales multiformato, combinando la gran superficie clásica, el discount, los supermercados y las tiendas de conveniencia. No obstante, en varios países existen también “campeones nacionales” que aprovechan una mayor cercanía y conocimiento del mercado local para competir con las cadenas globales, tal y como sucede con Mercadona o Eroski en España.

Ha sido este el segmento de la cadena que se ha comportado de forma más exitosa. Desde el punto de vista del consumidor han producido numerosas ganancias de bienestar (mayor disponibilidad de producto a un precio menor, horarios adaptados, disponibilidad de aparcamientos, etc.).

Como se ha señalado, la irrupción de esta moderna distribución ha supuesto un cambio importante en el status quo de la cadena, con algunas características que seguramente se prolongarán durante los próximos años: reducción del número de empresas y diversificación en términos de formatos comerciales y de mercados nacionales, concentración creciente de las ventas, fuerte presencia de la marca del distribuidor (MDD), e intensificación de las estrategias de conocimiento del consumidor. Por otro lado, la creciente globalización de las cadenas de suministro y la propia competencia del mercado están dando lugar a nuevas formas de competición en la que los miembros de una cadena de suministros cooperan entre sí para enfrentarse a cadenas alternativas.

En España, el formato comercial que más éxito ha cosechado es el de los supermercados, que en 2011 tenían una cuota de mercado del 42%, casi 11 puntos porcentuales más que 10 años antes.

Entre los cambios más importantes habidos en la sociedad occidental y que tienen una clara influencia sobre la forma en la que se compran y consumen los alimentos, podemos señalar los siguientes: la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, el incremento de la población inmigrante, el envejecimiento de la población, la disminución del tamaño de los hogares, la concentración de la población en las zonas urbanas, y la disminución del porcentaje de los ingresos dedicado a la alimentación. También hay que resaltar la mayor sensibilidad de la demanda hacia la variable precio, lo que ha favorecido sobremanera la expansión de la MDD.

En 2012 los españoles gastamos 100.000 millones de euros en alimentos. De esa cantidad, dos tercios correspondieron al consumo en el hogar y el tercio restante fue consumo extradoméstico, frenándose la tendencia de crecimiento de este último.

Respecto a la evolución de las exportaciones de alimentos en Andalucía, esta ha sido muy favorable, con incrementos de entre el 6 y el 12 por ciento en los tres últimos ejercicios. El saldo de la balanza comercial ha sido positivo en más de 4.000 millones de euros y se ha logrado alcanzar una tasa de cobertura del 252 %. La participación de la agroalimentación andaluza en las exportaciones españolas fue en 2012 del 20 %, superando los 6.900 millones de euros. Las hortalizas frescas, los aceites y las frutas frescas representan el 71,5 % de los alimentos exportados en Andalucía.

En un momento en el que se está negociando la reforma de la PAC hay que resaltar la importancia que la misma tiene para la Comunidad. Durante los últimos años los ingresos recibidos desde Europa por este concepto han sido de 1.900 millones de euros anuales, distribuidos entre más de 275.000 beneficiarios, lo que supone un ingreso medio por perceptor de ayudas de 6.000 euros, cifra ligeramente inferior a la media nacional (6.364 euros). Territorialmente, las ayudas se concentran en las provincias de Jaén y Sevilla, que representan la mitad de los subsidios. También resalta el escaso peso de las dos provincias con mayor orientación hortofrutícola como son Huelva y Almería.

Respecto al proceso de integración cooperativa en España, hay que señalar que comenzó de forma más tardía que en Europa y que aún queda un largo camino para considerarlo terminado. Cabe destacar que, en muchos de los países que han experimentado procesos de concentración cooperativa más intensos, la intervención pública ha sido muy reducida. En algunos de ellos ni siquiera existen leyes específicas de cooperativas. En el mismo sentido, los respectivos organismos de la competencia tampoco han entorpecido un proceso que ha dado lugar, en algunos casos, a empresas que pueden controlar más del 60 % de la cuota de mercado para determinados productos.

Por otro lado, el marcado carácter profesional y empresarial de los socios que integran las cooperativas del centro y norte de Europa y que tienen muy presentes en la toma de decisiones que afectan a su explotación y a su cooperativa la eficiencia y la rentabilidad han sido factores claves para llegar a la situación actual de elevada concentración del sector cooperativo en esos países. Los aspectos emotivos y territoriales no han supuesto un freno para la integración de cooperativas.

En cualquier caso, en estos últimos años se ha intensificado notablemente el debate sobre este asunto en España y, aunque de manera muy lenta, ya se han empezado a dar los primeros pasos con algunos proyectos de fusión que están dando lugar a empresas más grandes, con mayor vocación comercial, que prestan mejores servicios a sus socios y que les proporcionan un mayor valor añadido.

Este incipiente proceso, junto a la continua profesionalización de los agricultores y la mayor dimensión de sus explotaciones, puede provocar una aceleración del movimiento de integración a corto y medio plazo. Porque, cada vez más, los socios de las cooperativas españolas y andaluzas también tendrán en cuenta en sus decisiones los criterios económicos frente a la discusión sobre dónde se situará la sede social o quién será el presidente o consejero de la entidad resultante.

En resumen, aunque de forma tardía, el proceso de integración coooperativa en Andalucía y España ha comenzado, siendo la búsqueda de mayores utilidades para los socios, la satisfacción de las demandas de los consumidores y la profesionalización de los primeros eslabones de la cadena los objetivos a conseguir en el corto y medio plazo.

 

Ayer se hicieron entrega de los premios del cine español, los Goya. El cine es un servicio de consumo que devino en arte, o viceversa. Lo cierto es que a lo largo del siglo XX dio lugar a una importante industria mundial, cuyo principal exponente se produjo en EEUU con una ciudad que hoy es sinónimo de cine: Hollywood.

Aunque este negocio ha pasado por muchas fases y hoy se encuentra en una situación de reestructuración (por la irrupción de Internet y la progresiva domiciliación del consumo), sigue siendo importante en nuestras vidas, tanto que seguro que la retransmisión de anoche fue uno de los programas más vistos del día. Y es importante porque nos toca en lo más profundo de nuestro yo animal: las emociones.

Y aquí es dónde la alimentación se hermana con el cine. La cocina convierte a los alimentos en una fuente de emociones. Los sabores, los olores, los platos interpelan a nuestros sentidos: el tacto, el gusto, el olfato y la vista. Y ponen en marcha el cerebro, asociando esas emociones a los recuerdos.

Sin embargo, hay una diferencia sustancial. Las malas películas producen insatisfacción en el momento, y no suelen interferir en decisiones de visionado futuras, pues el consumidor percibe cada película como un producto completamente diferente, incluso aunque se trate de un remake. Pero, las malas experiencias culinarias pueden tener efectos directos sobre la salud y pueden inducir a efectos permanentes en los patrones.

Ya sé que me pongo muy pesado con la importancia de la confianza en el sistema agroalimentario, pero es que tras una alerta alimentaria, el 11% de los consumidores modifica sus hábitos, y eso es mucho, sobre todo cuando estamos enfocando mercados de nicho. Tal vez habría que imaginarse desde el sector que se está produciendo una película distinta en cada partida de producto que se genera, ya sea ganadero o agrícola, y en cada película hay que mantener el interés del público, no vaya a ser que les decepcionemos y prefieran visionar otros directores.

 

 

Decíamos que la concentración de la oferta en el tramo inicial de la cadena agroalimentaria era condición necesaria pero no suficiente para el equilibrio de la misma…

Decíamos que la diferenciación y la incorporación de valor añadido a los productos, a pesar de los pesares y de las marcas de distribuidor (cada vez menos blancas), es la vía principal para lograr la supervivencia de todos los agentes de la cadena…

Decíamos que la incorporación de nuevas tecnologías es posible, deseable y rentable en muchos segmentos, actividades y funciones de la cadena…

Decíamos que a falta del pan del consumo nacional (muy, muy deprimido por la situación de crisis y por la falta alarmante de expectativas), buenas son las tortas de la exportación, porque éstas compensan la cuenta de resultados y obligan a las empresas a innovar...

Decíamos que la mejora de la productividad sólo es posible con inversión, pero que la inversión sólo es posible cuando hay expectativas favorables y crédito disponible en tiempo y coste…

Decíamos que la confianza es la piedra de toque de la cadena agroalimentaria, que ésta se debe garantizar en casa una de los diversos segmentos de la misma y que deben existir protocolos de control de la misma. Y que todos deben cumplirla en la medida de sus responsabilidades…

Decíamos que la calidad y el precio son los principales factores en los que se fija un consumidor agobiado por la crisis, pero no los únicos: hay otras cuestiones que pueden ponerse en valor como las producciones ecológicas o, por ejemplo, el carácter cooperativo y netamente social de muchos de los productos.

Decíamos que España es una potencia agrícola, aunque este hecho no se ve reflejado en los segmentos superiores de la cadena alimentaria…

Y lo seguiremos diciendo en éste 2013. Feliz Año a tod@s...

El informe de la Comisión Nacional de la Competencia sobre el Anteproyecto de Ley de Reequilibrio de la Cadena Alimentaria, de 18 páginas, se puede consultar en Internet

Hay que reconocerle a la Comisión que se lo ha currado, ya que es obvio que han estudiado a fondo el proyecto y que han resaltado sus puntos débiles, tal vez incluso con un poco de ensañamiento, pero también armados con poderosos argumentos: la eficiencia económica y el bienestar del consumidor.

De hecho, hay algunos puntos en los que es difícil estar en contra. El MAGRAMA ha optado por un régimen mixto en el que conviven la normativa administrativa con el autocontrol mediante códigos de buenas practicas. Es cierto que suele ser lo uno o lo otro, y que puede resultar un tanto absurdo ese doble régimen. En este sentido la Ley podría reseñar la dirección en que la que debieran ir los mínimos del Código de Buenas Prácticas (uno), si esa es la opción elegida (y por la que parece apostar la CNC), o limitarse a enumerar las obligaciones de los agentes, opción que no parece gustarle demasiado a la Comisión a tenor de sus argumentaciones al respecto de que podría poner en peligro la eficiencia de la cadena y el bienestar de los consumidores.

Por otra parte, hay cuestiones mucho más discutibles. Para empezar, la primera crítica vertida sobre el proyecto y que deja clara por dónde va a ir el resto del documento. Se explica que, dado que se espera una regulación comunitaria al respecto, puede resultar caro para los agentes y para la propia Administración la creación de una normativa que pueda verse modificada a corto plazo o, a lo peor, contradicha. No le faltaría razón a la CNC si no estuviéramos hablando de la UE, una maquinaria perfectamente engrasada para retrasar las decisiones y eternizar el proceso de creación de nueva normativa. Por tanto, esta argumentación no puede contar con mi beneplácito si, como parece, la normativa estatal puede hacer algo ante un problema que no es futuro sino muy presente. Además, supongo que el Ministerio, por inocente que sea, habrá incorporado en su normativa la mayor parte de las cuestiones de las que se estén hablando en Bruselas, precisamente para evitar tener que modificar en lo sustancial su propia legislación a corto plazo.

Asimismo, el informe argumenta que muchos de los comportamientos que se regulan en el Anteproyecto ya están contempladas en otras normativas, y que el problema es que o bien no se aplican o bien ni los agentes que sufren las posibles prácticas abusivas ni las administraciones con capacidad inician los procedimientos establecidos. La verdad es que este argumento es muy potente, pues efectivamente existe una regulación de la competencia amplia en España. Pero también resulta evidente que no está funcionando. Tal vez sea precisamente porque el sistema no es eficiente desde el punto de vista de la distribución adecuada de los beneficios y de las responsabilidades de cada uno, que existan problemas de excesiva tensión en algunas de las partes de la propia cadena. O tal vez sea que los agentes son unos “quejicas” y, en realidad, sólo sea una leyenda urbana que en España se esté vendiendo el litro de leche por debajo de los costes de producción...

Pero, qué hacer. Está claro que la Comisión no parece que se vaya estar conforme con algo más allá que un marco general y la posibilidad de suscribir un código de buenas prácticas (y no 17). Es decir, en la práctica, el poder coercitivo de la ley va a quedar, si nada lo remedia, en agua de borrajas. Esta conclusión tiene dos posibles soluciones, como una ecuación de segundo grado: o se dejan llevar por la melancolía, sobre todo los agentes de aguas arriba, y siguen viéndolas venir cruzando los dedos; o bien se opta por la vía de la concentración y la ganancia de tamaño acelerada en esos mismos tramos de la cadena.

Dicha segunda opción la expresaré mucho más poéticamente jugando con el título de una película de Agustín Díaz Yanes:

Anoche liberamos el último número de Coyuntura Agroalimentaria que, es cierto, se nos ha retrasado un poco. Este tipo de documentos no pretende descubrir nada nuevo, la idea de partida es arrojar una visión rápida, general y veraz de la siuación de un sector en un determinado momento del tiempo. Así llevamos intentándolo hacer desde hace dos años desde el Servicio de Estudios de Cajamar. En esta ocasión, los datos recogidos ponende manifiesto que las tensiones generadas en la diminución de la oferta (sobre todo de la oferta de cultivos de secano), junto con la contracción del consumo nacional ha provocado un aunento de los precios, aunque, por lo general, insuficientes para cubrir el crecimiento de los costes de producción corrientes. impulsados por la propia escasez de cereales y el aumento de los precios energéticos y todos sus derivados. Por otro lado, las exportaciones siguen siendo la vía de escape de las producciones primarias e industriales de España, aunque la coyutura en la Eurozona no es precisamente optimista con respecto a los próximos meses.

Ante un entorno económico general con pocas novedades y aún sometido a las presiones de la crisis del euro, los consumidores nacionale se han mantenido fríos, aunque menos en lo que respecta a los alimentos que en lo referente al conjunto de bienes de consumo. Por otro lado, las producciones se han visto afectadas por la falta de lluvias del pasado año hidrológico, sobre todo los secanos.

La producción de carne y de alimentos procesados han sufrido el impacto de la crisis, de forma que la primerase ha visto mermada en las ganaderías de mayor precio, creciendo sólo de forma clara el porcino. Con respecto a la segunda, los alimentos procesados están ahora en fase recesiva, mientras que las bebidas han cambiado la tendencia para pasar a crecer un 1,6%.

Nuevamente ha sido la demanda externa la que ha permitido al sector agroalimentario mantener su actividad. En este sentido, particularmente brillante ha sido el comportamietno de las exportaciones de alimentos procesados y bebidas.

 Desde el punto de vista de los costes, a pesar de que los salariales se han moderado de forma importante en casi todos los subsectores, lo cierto es que los precios de los insumos corrientes han sufrido imiportantes tensiones inflacionistas, por lo que han compensado en parte el comportamiento de la mano de obra.

El reflejo de todas estas cuestiones en los precios ha sido una tendencia ascendernte de los precios agrícolas, miestras que los ganaderos mantienen una tendencia decreciente, ambos ahora en torno al 10% interanual. Lod precios de los alimentos procesados han sufrido una clara aceleración en los últimos meses, mientras que los de las bebidas se mantienen estables.

 

Precios percibidos por los agricultores: Tasas de variación interanual

Fuente: MAGRAMA

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Han pasado 12 meses. El fantasma de la E. Coli se desdibuja en la memoria, sustituidos aquellos afanes por otros nuevos. El río del tiempo comienza a hacer su trabajo de erosión. Sin embargo, no podemos dejar pasar la oportunidad de extraer algunas enseñanzas y, por otro lado, grabarlas a fuego en nuestras neuronas para no olvidarlas: el olvido es el caldo de cultivo de la siguiente crisis.

En aquellos meses volvió a quedar manifiestamente clara la relación intensa entre confianza y mercado alimentario. Los consumidores urbanos, con escaso conocimiento de las tradiciones y cultura rural, sólo obtienen inputs informativos desde los medios de comunicación y los puntos de venta. Y los medios tienden a destacar lo que sale de la normalidad, lo noticiable. Es obvio que no es noticia decir que el mercado alimentario europeo es uno de los más seguros del mundo (es posible que incluso sea el que más), pero sí lo es un suceso extraño, como fue la contaminación por la bacteria asesina (y, he aquí otro factor noticiable: hay una derivada en términos de vidas humanas).

Periódicamente, la Comisión Europea lleva a cabo un Eurobarómetro sobre cuestiones de seguridad alimentaria. El realizado en 2011 (Gráfico 1), ponía de manifiesto que hay una serie de cuestiones que preocupan de forma recurrente a los europeos. La primera de ella es el tema de los residuos de pesticidas en frutas, verduras o cereales. En este sentido, la estrategia seguida por el sector no puede ser más correcta con la eliminación casi completa del uso de los pesticidas y la adopción masiva del control biológico. Le siguen aspectos similares, pero referidos a la carne y el pescado, temas de calidad y frescura (en los que el buen funcionamiento de la cadena de valor es indispensable) y la presencia de aditivos y conservantes en los platos preparados.

Gráfico 1. Porcentaje de personas preocupadas por diversos problemas de seguridad alimentaria

Fuente: UE. Eurobarómetro, 2011.

Incluso, un tema que parece ya superado (el mal de las vacas locas) aún preocupa a más del 40% de los europeos. Es decir, las alertas alimentarias dejan poso en la memoria de los consumidores y es muy complicado recuperar por completo la confianza una vez pasado el mal momento.

En este sentido, uno de los principales inputs del sector agroalimentario (en todos sus segmentos) es la confianza, casi al mismo nivel que en el sector financiero. Por tanto, cuidarla, alimentarla y protegerla debería ser uno de los fines estratégicos de cualquier empresa o individuo dedicado a este sector. Si dejamos las políticas de generación de confianza sólo para cuando se producen situaciones de crisis, lo más seguro es que los consumidores lo interpreten como un movimiento defensivo natural. Pero si desde los medios de comunicación hasta el punto de venta se preocupan por informar sobre estos aspectos, el consumidor simplemente percibirá un mayor esfuerzo.

Nuestra cuenta de resultados, por desgracia, no lo refleja, pero en cada venta que hacemos hay implícito un ingreso derivado de la confianza de los consumidores en el sistema. Si le defraudamos, no sólo desaparecerá ese ingreso, sino que puede llevar a una situación de crisis a todo un sector. No bajemos la guardia.