En la base de la crisis financiera internacional ha estado el aumento descontrolado del crédito, que propició en diversos países el nacimiento y crecimiento de variadas burbujas. En el caso español, la madre de todas ellas fue la del sector de la construcción, principalmente en el ámbito de la de la vivienda residencial. Cuando acabó la fiesta, sin embargo, los efectos de la explosión no se centraron en dicho sector, sino que transmitieron al conjunto de la economía real del país.
El sector privado español (familias y empresas) deben corregir su sobreendeudamiento, o el apalancamiento financiero en el que han incurrido, para que la situación se normalice y puedan volver a crecer desde fundamentos sólidos. Este proceso de desendeudamiento no es sencillo y no está exento de traumas. En el caso de las empresas viene acompañado en muchas ocasiones procesos concursales y cierres con el consiguiente desempleo. Por el lado de las familias, el aumento del paro y las expectativas negativas comprimen el consumo y aumentan la morosidad hipotecaria (su principal capítulo de deuda). Es decir, por esta vía, se comprime la demanda de crédito.
Por otro lado, la desconfianza generalizada entre los agentes del sistema financiero ha provocado un prolongado credit crunch (una paralización del flujo de crédito) en los países periféricos de la Eurozona. Las entidades financieras españolas han visto vetado de facto su acceso a los mercados mayoristas, dificultando su financiación a corto plazo y paralizando el flujo de dinero hacia las actividades productivas. Al mismo tiempo, el aumento de la deuda soberana y los diferenciales de tipos con respecto a la alemana (la prima de riesgo) han contribuido a que una parte de la inversión bancaria termine financiando al Estado (efecto crowding out). Dicho de otro modo, la oferta de crédito también se ha reducido.
Ya sea por una cuestión o por otra, la realidad es que el recurso al crédito bancario de las empresas españolas se ha complicado sobremanera, hasta el punto que, en una reciente encuesta europea, el Banco Central Europeo (BCE) encontraba que el acceso a la financiación es el principal problema para el 25% de las pymes españolas, mientras que en el conjunto de la Eurozona ese porcentaje sólo llega al 16%. Téngase en cuenta que el 95% de las empresas nacionales son pymes y que la bancaria es su principal fuente de financiación. Este aumento de las dificultades es generalizado, ya que no se concentra en los nuevos proyectos de financiación, sino que alcanza también a las operaciones de funcionamiento normal o corrientes de las empresas. Se comprende así mucho mejor el drama de esa cifra desvelada por el BCE.
Gráfico 1. Principales problemas de las pymes de la Eurozona.
Fuente: BCE.
Llevado el tema al terreno sectorial, seguimos sin poder discernir el peso de la compresión de la demanda y de la reducción de la oferta. Aunque el panorama nos da para discernir un comportamiento diferente del sector agrario empresarial respecto del conjunto de las empresas del país. Con los datos del Banco de España por sectores, podemos comprobar que el sector primario (Agricultura, Ganadería, Silvicultura y Pesca, AGSP en los gráficos) ha sido uno de los que mayor contracción crediticia sufrió durante el primer año de la crisis, hasta septiembre de 2009 (Gráfico 2). Posiblemente en aquel momento inicial influyeran tanto el tradicional mayor peso del crédito dudoso, como la reducción de los precios de las commodities en la contracción de la oferta.
Al mismo tiempo, es posible que existiera también una mayor restricción diferencial de la demanda, ya que este sector se suele asociar a comportamientos más conservadores, y que se produjera un desapalancamiento mucho más intenso que la media, en previsión de tiempos peores.
Fuente: Banco de España.
Por otra parte, la crisis conllevó un aumento importante de los saldos de crédito dudoso, con aumentos anuales que llegaron a alcanzar la cifra del 475% para el conjunto de las empresas (básicamente de la construcción), mientras que en el sector primario el momento álgido supuso que se doblaran las cantidades (Gráfico 3). Posteriormente, los ritmos de crecimiento lógicamente se han suavizado, aunque siguen en el entorno del 30% interanual.
Fuente: Banco de España
Visto de otra forma, a pesar de una restricción importare del crédito durante el primer año de crisis, el aumento del dudoso no acompañó dicho comportamiento. Antes al contrario, el primario ha pasado de ser un sector en el que la probabilidad de impago (aproximada por el cociente entre dudoso y crédito total) era mayor que la media, a ser más fiable (Gráfico 4). Estos comportamientos son los que seguramente explican que a pesar de que el crédito general a las empresas se redujera un 15,7% en España, en el caso del sector primario esa reducción sólo fuera del 7,3%. Expresado de forma más coloquial, el primario es un tuerto en el reino de la restricción crediticia.
En la base de la crisis financiera internacional ha estado el aumento descontrolado del crédito, que propició en diversos países el nacimiento y crecimiento de variadas burbujas. En el caso español, la madre de todas ellas fue la del sector de la construcción, principalmente en el ámbito de la de la vivienda residencial. Cuando acabó la fiesta, sin embargo, los efectos de la explosión no se centraron en dicho sector, sino que transmitieron al conjunto de la economía real del país.
El sector privado español (familias y empresas) deben corregir su sobreendeudamiento, o el apalancamiento financiero en el que han incurrido, para que la situación se normalice y puedan volver a crecer desde fundamentos sólidos. Este proceso de desendeudamiento no es sencillo y no está exento de traumas. En el caso de las empresas viene acompañado en muchas ocasiones procesos concursales y cierres con el consiguiente desempleo. Por el lado de las familias, el aumento del paro y las expectativas negativas comprimen el consumo y aumentan la morosidad hipotecaria (su principal capítulo de deuda). Es decir, por esta vía, se comprime la demanda de crédito.
Por otro lado, la desconfianza generalizada entre los agentes del sistema financiero ha provocado un prolongado credit crunch (una paralización del flujo de crédito) en los países periféricos de la Eurozona. Las entidades financieras españolas han visto vetado de facto su acceso a los mercados mayoristas, dificultando su financiación a corto plazo y paralizando el flujo de dinero hacia las actividades productivas. Al mismo tiempo, el aumento de la deuda soberana y los diferenciales de tipos con respecto a la alemana (la prima de riesgo) han contribuido a que una parte de la inversión bancaria termine financiando al Estado (efecto crowding out). Dicho de otro modo, la oferta de crédito también se ha reducido.
Ya sea por una cuestión o por otra, la realidad es que el recurso al crédito bancario de las empresas españolas se ha complicado sobremanera, hasta el punto que, en una reciente encuesta europea, el Banco Central Europeo (BCE) encontraba que el acceso a la financiación es el principal problema para el 25% de las pymes españolas, mientras que en el conjunto de la Eurozona ese porcentaje sólo llega al 16%. Téngase en cuenta que el 95% de las empresas nacionales son pymes y que la bancaria es su principal fuente de financiación. Este aumento de las dificultades es generalizado, ya que no se concentra en los nuevos proyectos de financiación, sino que alcanza también a las operaciones de funcionamiento normal o corrientes de las empresas. Se comprende así mucho mejor el drama de esa cifra desvelada por el BCE.
Gráfico 1. Principales problemas de las pymes de la Eurozona.
Fuente: BCE.
Llevado el tema al terreno sectorial, seguimos sin poder discernir el peso de la compresión de la demanda y de la reducción de la oferta. Aunque el panorama nos da para discernir un comportamiento diferente del sector agrario empresarial respecto del conjunto de las empresas del país. Con los datos del Banco de España por sectores, podemos comprobar que el sector primario (Agricultura, Ganadería, Silvicultura y Pesca, AGSP en los gráficos) ha sido uno de los que mayor contracción crediticia sufrió durante el primer año de la crisis, hasta septiembre de 2009 (Gráfico 2). Posiblemente en aquel momento inicial influyeran tanto el tradicional mayor peso del crédito dudoso, como la reducción de los precios de las commodities en la contracción de la oferta.
Al mismo tiempo, es posible que existiera también una mayor restricción diferencial de la demanda, ya que este sector se suele asociar a comportamientos más conservadores, y que se produjera un desapalancamiento mucho más intenso que la media, en previsión de tiempos peores.
Fuente: Banco de España.
Por otra parte, la crisis conllevó un aumento importante de los saldos de crédito dudoso, con aumentos anuales que llegaron a alcanzar la cifra del 475% para el conjunto de las empresas (básicamente de la construcción), mientras que en el sector primario el momento álgido supuso que se doblaran las cantidades (Gráfico 3). Posteriormente, los ritmos de crecimiento lógicamente se han suavizado, aunque siguen en el entorno del 30% interanual.
Fuente: Banco de España
Visto de otra forma, a pesar de una restricción importare del crédito durante el primer año de crisis, el aumento del dudoso no acompañó dicho comportamiento. Antes al contrario, el primario ha pasado de ser un sector en el que la probabilidad de impago (aproximada por el cociente entre dudoso y crédito total) era mayor que la media, a ser más fiable (Gráfico 4). Estos comportamientos son los que seguramente explican que a pesar de que el crédito general a las empresas se redujera un 15,7% en España, en el caso del sector primario esa reducción sólo fuera del 7,3%. Expresado de forma más coloquial, el primario es un tuerto en el reino de la restricción crediticia.
Fuente: Banco de España