Internet y las tecnologías asociadas han supuesto posiblemente la mayor revolución de la historia después de la invención de la agricultura y la máquina de vapor. Su poder transformador, como en los dos casos anteriores, está abarcando todos los ámbitos de la actividad humana, desde el meramente económico hasta el cultural, influyendo en las relaciones sociales y en las fórmulas de interacción entre las empresas o instituciones y los propios sujetos. Las normas legales, las fronteras de los Estados, las consideraciones de lo que está bien o mal se han visto trascendidas por la Red y los avances que empresas y usuarios han realizado gracias a o a través de ella.

Conceptos como la generación distribuida, la inteligencia artificial o el consumo de servicios por suscripción son hoy parte de nuestro día a día, y nos hemos acostumbrado a ver la televisión bajo demanda o a tener nuestros archivos en la nube. Las excusas han sido variadas: eficiencia, comodidad, seguridad, etc. Pero el resultado es que cada día más y más aspectos de nuestra cotidianidad tienen que ver con Internet.

Entre los avances de esta tercera gran revolución humana, hace unos años comenzamos a escuchar hablar del Internet de las cosas (Internet of Things o IoT), que nos prometía que cada vez más elementos físicos de nuestros hogares, o de nuestros complementos (relojes, pulseras, zapatos, etc.) –o de nuestras industrias– estarían conectados a Internet y nos permitirían interactuar con ellos a distancia y realizar de forma automatizada labores como la compra de la semana o la programación de los electrodomésticos del hogar para que estos hicieran su trabajo sin necesidad de nuestra presencia física.

Hoy he pasado gran parte del día en un evento relacionado con el Internet de los alimentos (Internet of Food, o IoF), en el que se han descrito casos de uso real de estas tecnologías en la agricultura. La conclusión inmediata es que la posibilidad de mejora de los rendimientos físicos es muy elevada, ya que muchas de las decisiones clave en el proceso de producción que hoy se toman con un déficit de información crítica, pasarán a poderse tomar con toda la información relevante sobre la mesa, o incluso de forma automática (el momento de riego y la cantidad de agua, abonado, detección temprana de enfermedades de plantas o animales, etc.).

Pero aguas abajo de la cadena de distribución alimentaria los beneficios pueden ser también muy importantes. Nos encontramos ante la posibilidad de que los consumidores puedan conocer de forma detallada el proceso que han seguido sus alimentos desde el mismo momento en que fueron sembrados o dados a luz en las granjas (una trazabilidad absoluta), permitiendo, por ejemplo, certificar que un determinado alimento tiene su origen en la agricultura ecológica o que la leche de tu desayuno ha sido ordeñada hace un par de días en una vaquería del Principado de Asturias…

Obviamente, esto último requeriría un flujo de información a lo largo de toda la cadena absolutamente transparente, por lo que el modelo de competencia de cadenas se vería favorecido sobre el modelo de competidores oportunistas que aún hoy es mayoritario.

Otras cuestiones, como la calidad de los alimentos podrían verse potenciadas por este IoF, o la propia seguridad alimentaria (en su perspectiva de salud humana), o el menor derroche de alimentos por un mejor ajuste entre la demanda y la oferta.

Sin embargo, esta jornada también me ha llevado a reflexionar sobre algunas cuestiones menos evidentes o menos aireadas por los profetas del IoF. La primera es una cuestión meramente económica: la mejora de la productividad física no siempre viene acompañada de una mejora de la rentabilidad, la clave es el coste en el que hay que incurrir para obtener esa mejora. En la medida que las inversiones a realizar para el desarrollo de una agricultura “conectada” e “inteligente” sean mayores, posiblemente las escalas de aplicabilidad aumenten, favoreciendo el crecimiento de la dimensión media de las explotaciones agrarias y reduciendo de paso las necesidades de mano de obra en el ámbito rural.

Otras cuestiones menos claras tienen que ver con los datos. Muchas de las aplicaciones que se están desarrollando precisan de la integración de muchos datos provenientes de diferentes fuentes o, concretamente, de diferentes agricultores: ¿hasta qué punto es lícito que las empresas usen los datos originados por los agricultores para obtener un beneficio sin transferirles a ellos un precio por el uso de dicha información? Es obvio que sin el desarrollo del análisis y las aplicaciones no habría servicio, pero sin datos tampoco. Por otro lado, si el uso de esos datos integrados con los de muchos agricultores produce un bien común para el conjunto de los agricultores o para el conjunto de la sociedad, la cuestión podría estar un poco más clara. En cualquier caso, intuyo que en los próximos años los tribunales tendrán que pronunciarse por cuestiones como esta muy a menudo, y los legisladores tendrán que ponerse manos a la obra para aclarar el asunto.

Por otra parte, la conexión y transferencia de información puede convertirse en un atractivo punto de ataque, bien como una práctica poco ética por parte de cadenas competidoras, bien por hackers con intenciones más dañinas. ¿Sería posible un ataque terrorista sobre la información de una cadena de suministro provocando un pánico entre los consumidores, o un ataque combinado introduciendo enfermedades en las granjas animales, ocultando su incidencia a través de la manipulación a distancia de los resultados de los sensores encargados del diagnóstico temprano?

Finalmente, al menos por el momento, me surge otra duda que proviene de algunas informaciones recientes leídas sobre el consumo energético desmesurado del sistema que sustenta el funcionamiento del bitcoin. Y es que la mayor parte de estas innovaciones conllevan el aumento del consumo de energía, bien de manera directa, bien a través de los procesos de computación, almacenamiento y disponibilidad de la información que precisan. Unos consumos que pueden llegar a ser también distribuidos y que dificultarían la identificación del problema (si es que lo es) hasta un momento en el que ya fuera complicado el replanteamiento del sistema.

Estas dudas quedarán despejadas con toda seguridad en los próximos años, pero es necesario que comencemos a reflexionar sobre ellas desde ahora mismo, puesto que estamos hablando de un futuro que, como quedó puesto de manifiesto en el encuentro IoF2020 de Almería, no estamos hablando de un futuro lejano, sino de horizontes de un par de años o incluso del mismo presente.

Afirma Rifkin que todas las revoluciones industriales han estado sustentadas en una fuente de energía revolucionaria. La primera se habría alzado sobre los hombros del carbón y la máquina de vapor. La segunda se habría beneficiado del petróleo y del motor de explosión. La tercera, la que según él estamos viviendo, necesita una energía aún más radical, por lo sostenible de la misma y por el cambio de modelo en la producción que estaimplicaría.

Así, la III Revolución Industrial estaría fundamentada sobre las tecnologías de la comunicación y la información y sobre las energías renovables, siendo la solar una de las más destacadas en los planteamientos de este visionario. Sin embargo, el paso de un modelo de energía basado en grandes obras de ingeniería (presas para la producción hidroeléctrica), o en la construcción de grandes quemadores de combustibles fósiles (centrales térmicas) no termina de cuadrar con el nuevo modelo económico que las TIC están creando. Una de las grandes aportaciones de las TIC e Internet es que estas permiten la “desconcentración” de las actividades. La reducción de los costes de transacción hasta niveles marginales permite que actividades que anteriormente se consideraban intrínsecamente unidas, ahora puedan “trocearse” en unidades de actividad  más pequeñas (actividades atómicas).

Antes de seguir, una aclaración. Que las actividades puedan separarse en unidades más pequeñas no implica que se pierdan las ventajas de la dimensión; antes al contrario, son las empresas más grandes las que están en disposición de aprovechar de la mejor manera posible la posibilidad de segmentar los procesos productivos. Ni siquiera supone necesariamente una ventaja para las estructuras urbanas distribuidas, sino que las ventajas geográficas y económicas se distribuirán potencialmente de forma distinta.

En cualquier caso, la producción distribuida, tanto de información como de bienes y servicios, está modificando las formas en las que las personas nos insertamos en el mundo socioeconómico y plantea retos y posibilidades completamente nuevos. Uno de ellos es la economía colaborativa. Otro es la generación de energía eléctrica distribuida.

Hoy, cuando las tecnologías de obtención de energía solar y eólica se pueden adaptar a las necesidades de casi cualquier tamaño de explotación o de hogar y, casi más  importante, las tecnologías de almacenamiento están ya a niveles de eficiencia que los hacen rentables a escalas pequeñas, no tiene ningún sentido que nuestra estructura de producción energética siga manteniendo un esquema de red con grandes puntos nodales de generación que distribuyen a una infinidad de pequeños, medianos y grandes consumidores. Un país como España puede y debe aprovechar al máximo las oportunidades que le ofrece su clima para obtener energía barata y limpia.  Nuestra red de pocos grandes nodos de producción y muchos de consumo debería mutar a otra de múltiples nodos de producción y consumo. Las redes de distribución entonces deberían especializarse en arbitrar entre las producciones y las demandas de consumo a lo largo del tiempo y del espacio, cosa que hoy en día se puede hacer sin problemas tecnológicos insalvables.

No tiene sentido que sigamos protegiendo un esquema obsoleto. Sería absurdo que una vez que estamos logrando liberarnos de las hipotecas del carbón en nuestro sistema eléctrico, nos echáramos el cargo de un oligopolio que se resiste a cambiar.

En un modelo de generación distribuida, el papel de las explotaciones agrarias podría ser muy relevante. No solo porque su dispersión por el territorio multiplica las posibilidades de producción constante, facilitando el ajuste entre oferta y necesidades. También porque esta producción, o el excedente de la misma, podría suponer una nueva fuente de rentas para los agricultores o, en el más desfavorable de los casos, un ahorro de costes en una actividad cada vez más intensiva en el consumo de energía (motores, sistemas de riego, equipos de abonado, robotización y/o información, etc.).  Muchas de nuestras explotaciones disponen de espacios apropiados para la obtención de energía, bien solar, bien eólica, bien de origen biológico, y la disponibilidad de baterías de almacenamiento a precios cada vez más razonables hace posible en muchas de ellas tanto el autoabastecimiento como la producción para cesión a la red.

En realidad, no hace falta mucho para que el cambio que señalamos se produzca. Se trata de modificar una legislación obsoleta y que las empresas de generación se convenzan de que el su futuro pasa por la organización de la red distribuida y su explotación. No harían falta incentivos, ni siquiera. Bastaría con eliminar las barreras que hoy existen para el despliegue de este modelo desde el punto de vista de los potenciales microgeneradores (peaje de respaldo). Los agentes individuales enseguida verían las ventajas de este nuevo sistema.

En esencia, en un esquema como el propuesto, agricultores y ganaderos seguirían haciendo su función, aunque ampliándola. Hasta hoy convierten energía solar en energía digerible por los humanos; pasarían a ser convertidores universales de energía solar.

 

Érase una vez, en un país de clima templado y variada orografía, unos cerdos seleccionados por generaciones de ganaderos, adaptados a la dehesa, en una simbiosis casi perfecta entre humanos, árboles y gorrinos. Dichos cerdos, alimentados como manda la tradición daban lugar a uno de los manjares más apreciados del planeta. Dentro y fuera del país, las gentes alababan su sabor, y en los mercados su precio estaba a la altura de un producto con baja producción (limitada por el clima y las bellotas, y por la extensión de la propia dehesa, así como por la lentitud del proceso de engorde), bajas productividades y una exclusividad casi natural.
 
 Ibéricos
 
Sin embargo, la demanda apretaba y la tentación de acometer atajos era cada vez mayor. Se podían alimentar cerdos de ese tipo en cebaderos, logrando que ganaran peso antes, aunque entonces los jamones ya no salían con la misma calidad organoléptica. También se podía recurrir a la genética, obteniendo ejemplares híbridos con una mejor tasa de conversión. Jamones más grandes y con un mayor porcentaje de grasa.
Los consumidores, mientras, seguían comprando aquellos jamones de leyenda, aunque ahora había una enorme variedad de posibilidades con nombres cada vez más rebuscados: ibérico de bellota, ibérico de cebo, 50% ibérico… Tomó muy lejos de la diferenciación inicial: jamón serrano o jamón ibérico.
Fuera del país aún era más complicado, ya que los consumidores no tenían una tradición como la de los locales y era más sencillo que se liaran con el maremagnum de calificativos.
Los productores de jamones no ibéricos de bellota querían beneficiarse del renombre de estos y presionaban a los reguladores para evitar una mayor transparencia en el mercado. Así, se inscribían madres como ibéricas de pura raza catalogadas a ojo, y de progenitores desconocidos, se permitían declaraciones de montaneras (el periodo en el que los ibéricos están alimentándose en el campo) imposibles de sostener con los recursos disponibles y se creaban sistemas de etiquetado complejos.
Durante años, algunos avisaban del peligro de jugar con la reputación de uno de los buques insignia de la gastronomía española. Pero el negocio funcionaba bien… Hasta que unos periodistas extranjeros metieron la nariz en el entramado y de pronto todo pareció venirse abajo. 
¿Qué había pasado? Posiblemente algo tan simple como que se había roto la confianza. Ese factor que es casi una materia prima básica en sectores como el de la salud, las finanzas y… la alimentación. 

¿Qué debería pasar? Para restaurar esa confianza y reconvertir la actual incertidumbre en una fortaleza, solo cabe una opción: la transparencia… hay que decirle al consumidor la verdad y dejar que los precios se diferencien por tipos de producto. Seguramente así las diferencias entre los productos más caros y los más baratos aumentarán, pero los consumidores podrán elegir con total confianza qué producto comprar y saber si su gasto se va a corresponder con la calidad obtenida.

 

Hace unos días, un compañero de trabajo me hizo llegar un video de un robot, desarrollado por una empresa holandesa, que hacía las labores de destalle en un invernadero de tomate con una precisión y una velocidad increíbles:

Como la curiosidad es una de mis virtudes/defectos más señalados, no pude dejar de curiosear un rato por los videos relacionados que me sugería la web y luego me puse a buscar por palabras clave tales como harvest, greenhouse, vegetables, etc. Les invito a realizar dicho ejercicio. Cuando lo hagan tendrán claro por dónde van a ir los tiros en los próximos años en cuestiones de abaratamiento de costes en las explotaciones intensivas.

Hace más de 20 años que escuché por primera vez al que por entonces era mi profesor, Jerónimo Molina, que los invernaderos del sur español eran lo más parecido a talleres industriales de la agricultura nacional y que, como tales, sus necesidades eran muy similares a las de un polígono industrial: requerimientos de energía eléctrica con suministro estable en el tiempo y en intensidad, viales con capacidad para el trasiego de vehículos de transporte y servicios o servicios de recogida de envases y residuos de cosecha. Tras visualizar esos videos y pensar en las repercusiones aquella metáfora del invernadero-taller cobra aún más sentido.

Dado que la mano de obra es uno de los principales costes de la agricultura bajo techo (de cristal o plástico) no es descabellado pensar que en las zonas más desarrolladas y de salarios más elevados, el proceso de robotización de las tareas puede suponer un fuerte ahorro de costes, estrategia más que necesaria en un entorno de competencia creciente y precios de venta a la baja. Ahora bien, en lugares como Andalucía, Murcia o Valencia va a suponer el surgimiento de una agricultura aún más capitalizada (en el sentido del ratio capital/trabajo), con una demanda de insumos tecnológicos muy avanzada y con unas necesidades de organización interna del espacio en el invernadero posiblemente distintas a las actuales. Incluso con una readaptación de las propias estructuras de invernadero para la introducción de los robots en las labores de campo. Así mismo, es muy posible que las casas de semillas tengan que introducir en su mix de variables una relacionada con las posibilidades de mecanización del cultivo.

Obviamente, el reverso es una menor demanda de mano de obra para las labores agrarias, en una agricultura que en zonas como Almería es una de las mayores creadoras de empleo. Esto hace presagiar que si las explotaciones comienzan a mutar en esta dirección, las tensiones sociales serán elevadas y podrían desembocar en un problema político.

Lo cierto es que el futuro avanza tan deprisa que lo tenemos ya prácticamente encima y que la tecnología nos está provocando unos cambios tan espectaculares que no es descabellado pensar que pueda terminar condicionando nuestra propia evolución como especie (Homo Sapiens technologicus). Pero, mientras esto llega no se olviden de comenzar a unir en sus pensamientos agricultura y robotización.

Desde que se conoció el resultado de la consulta a los británicos sobre su permanencia en la UE, han sido varios los estudios que han intentado evaluar el impacto del Brexit sobre nuestra economía. Uno de los sectores que normalmente ha salido en la foto de los "perdedores" ha sido el agroalimentario y, más concretamente, los subsectores de frutas y hortalizas frescas y el del vino. Esta entrada la vamos a dedicar a analizar las posibles fuentes de impacto que sobre nuestro sector agroalimentario tendrá el Brexit. No creo que sea exhaustivo y agradeceré a los lectores cualquier crítica, matiz o ampliación que consideren:

  • La primera y más evidente es la derivada de la devaluación de la libra esterlina. Frente al euro, este movimiento de la divisa encarece los productos importados para los ciudadanos británicos. Obviamente, si España quiere seguir vendiendo los mismos volúmenes, tendrá que hacerlo bajando los precios unitarios. Nada más conocerse la noticia de la victoria del Bréxit la libra se devaluó un 10 % porcentaje que se ha mantenido más o menos hasta hoy, cuando sabemos que Teresa May tendrá que oir al Parlemento antes de pedir oficialmente la salida del club.
  • La segunda está relacionada con el impacto en el comercio internacional fruto de la suspensión del Mercado Único y la creación de nuevas barreras (arancelarias o no). Aunque este impacto va a depender de la situación final, es decir, del tipo de acuerdo que se alcance con el Reino Unido tras su salida de la UE, lo cierto es que aumentarán los costes de transacción entre el Mercado Único y el Reino Unido. Respecto a este punto, las próximas elecciones en Francia y Alemania y las complicaciones políticas en el conjunto de los Estados miembros no parecen que nos dibujen un escenario favirable a un brexit blando.
  • Una tercera vía de impacto vendría definida por el movimiento nacionalista que sostiene el movimiento social que hay detrás del brexit. La preferencia por productos nacionales frente a los importados se va a ver beneficiada, al menos a corto plazo, por la cotización de la moneda y el encarecimiento relativo de los productos importados de la zona euro. Por otro lado, la propia devaluación es posible que impulse las exportaciones británicas lo que podría enmascarar los costes de la salida durante algún tiempo.
  • De forma indirecta también, pueden impactarnos los posibles cambios en los flujos turísticos del Reino Unido. España ha sido tradicionalmente uno de los principales destinos vacacionales de los británicos. El encarecimiento relativo derivado de los cambios en la valoración de las divisas puede provocar un desvío de turistas hacia destinos más baratos dentro de la zona euro o más probablemente hacia fuera de la zona, donde resulte más beneficioso el cambio de moneda. En este sentido, y dado que la situación en el Mediterráneo no es demasiado favorable, el gran beneficiadopodría resultar el área del Caribe, tradicional destino de sol y playa.
  • Relacionado directamente con el anterior factor, es posible que una parte de los residentes británicos en el país decidan cambiar de aires y volverse a las islas Británicas aunque, de nuevo, el resultado final de las negociaciones y las condiciones de acceso a los servicios públicos de los residentes serán definitivos a este respecto. Evidentemente, en la medida que el mercado inmobiliario se anime, las dificultades de salida disminuirán, aunque de momento los bajos precios de las viviendas pueden desincentivar una posible operación retorno.
  • La mayor parte de los analistas están adelantando una recesión en la economía británica fruto del brexit. Muchas inversiones se han paralizado y algunas grandes empresas de servicios financieros están valorando su traslado a plazas dentro de la eurozona. Aunque no es posible saber a ciencia cierta el tamaño y duración de dicha recesión, es obvio que tendría efectos sobre la capacidad de consumo de los ciudadanos, limitando sus volúmenes de compras o presionando los precios de los productos básicos a la baja.
  • Finalmente, están los otros efectos indirectos. La salida de Gran Bretaña no solo va a generar efectos adversos en el Reino Unido, también los tendrá sobre el resto de la UE. En el mejor de los casos implicará una reducción de los ritmos de crecimiento ya casi abúlicos de la Unión, y en el peor, puede adentrarnos en una nueva recesión cuando aúno no hemos sido capaces de recuperar los niveles precrisis en muchos de los países europeos. Sin descartar, además, que el brexit solo sea el primer acto de una tragedia mucho mayor, que sería la disolución de la propia Unión.

 Hace unos días se presentó en la sede del Ministerio de Agricultura la última publicación de la Serie Economía de Cajamar Caja Rural. El libro lleva por título “El sector lácteo español en la encrucijada” y está coordinado por Miguel Ángel Díaz Yubero, persona que atesora una prolongada relación profesional y académica con el sector y que ha sido capaz de reunir en torno a este proyecto editorial a casi el todo “quién es quién” del sector.

Al margen de que cualquier estudio sobre uno de los principales capítulos de la PFA española siempre es interesante, en esta ocasión se añade la situación de incertidumbre institucional y de mercado en la que vive sumida el sector y que, como bien señala el título, supone una encrucijada que el sector debe afrontar para mantener su competitividad y viabilidad en los próximos años.

El lector curioso conocerá con este libro el por qué el sistema de cuotas que adoptamos al entrar en el por entonces Mercado Común supuso una verdadera camisa de fuerza para unas ganaderías que tenían una capacidad de producción mayor que la consignada en la cuota inicial y que implicó en primera instancia el incumplimiento de las obligaciones europeas y la prolongación del denominado déficit de producción española.

También se recogen diversos diagnósticos y razonamientos sobre la actual situación el sector, aquejado de una crisis de sobreproducción a nivel global provocada por un exceso de expectativas sobre el comportamiento de los mercados emergentes (y particularmente China), y el aumento de las producciones registrado justo tras el final del sistema de cuotas en la mayoría de los países europeos.

Respecto a la situación del sector a nivel nacional, destaca la mayor parte de los autores un menor desarrollo de la gama de productos derivados de la leche en el lado industrial (tal vez por el notable éxito cosechado con la diversificación de la gama de leches líquidas), una menor intensidad de la actividad cooperativizada, y unos costes de alimentación superiores a los de la media europea por la menor disponibilidad de pastos de las explotaciones españolas. El sector se está reestructurando de manera intensa en los últimos años, con la desaparición de las explotaciones más pequeñas y el consiguiente aumento de la dimensión de las explotaciones que sobreviven.

Se afrontan en el libro otras interesantes cuestiones, como las ventajas que derivan de la profesionalización de la recría de terneras o los avances en la alimentación y sanidad animal o en el diseño de granjas e industrias. O las tecnologías de mecanización hoy disponibles para toda la cadena de valor del sector.

El libro está disponible para su descarga gratuita en la web de publicaciones de Cajamar:

Ya que estamos en verano, les propongo un pequeño ejercicio de agudeza visual. Sin mirar la leyenda, que es dónde está la solución, ¿podrían decirme cuál de las líneas de este gráfico es la de los precios de la leche cruda en Dinamarca?

precios leche

Fuente: Obrservatorio Europeo del Mercado Lácteo

Imagino que casi todos ustedes habrán acertado. Pero el pasatiempo no acaba aquí, ¿cómo es posible que en un país en el que debe ser mucho más barato producir leche los precios de la misma sean sistemáticamente superiores a los españoles?

Esta pregunta no tiene una respuesta tan sencilla. Puede estar relacionado con la estructura interna de los mercados y sus diferentes grados de apertura, aunque con ambos países dentro de la UE esto no debería pasar. No obstante, intuyo que una de las razones más poderosas es precisamente de mercado y de organización del mismo. El peso del cooperativismo lechero danés es muy superior al español. De hecho, fijénse en este otro gráfico y piensen en ello mientras se toman un mojito, o un batido fresco, a la sombra de un chiringuito...

cuotas coop

Fuente: Tomado de Gabriel Trenzado (2013)

Me van a perdonar los lectores el presente post, que casi es grito de júbilo. La labor editorial es siempre gris, aún más cuando esta se centra en el ámbito de la agroalimentación. Sin embargo, de vez en cuando, esta labor recibe una recompensa que va más allá de las felicitaciones del círculo de especialistas correspondiente. En esta ocasión ha sido la OIV (Organización Internacional de la Viña y el Vino) la que ha reconocido con uno de sus premios la labor editorial que llevamos a cabo desde Cajamar Caja Rural. Por eso me van a permitir que les pegue la nota de prensa que la entidad ha emitido esta mañana y que les vuelva a insistir en el interés de esta publicación.

La Organización Internacional de la Viña y el Vino premia una publicación del Grupo Cajamar

La Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), constituida por 46 países, ha premiado la publicación “La Economía del vino en España y en el mundo” editada por Cajamar Caja Rural. Se trata de uno de los nueve premios que concede anualmente este organismo con el fin de reconocer los mejores libros publicados sobre distintos ámbitos, entre ellos el científico, técnico, económico y jurídico.

La publicación está coordinada por Raúl Compés, de la Universidad Politécnica de Valencia, y Juan Sebastián Castillo, de la Universidad de Castilla-La Mancha, y cuenta con la participación de 35 expertos nacionales e internacionales, entre ellos profesores de la Universidad Politécnica de Valencia (Carmen Montoro y José María García Álvarez-Coque), Universidad de Valencia (Francisco J. Higón) y Miguel Hernández de Elche (Margarita Brugarolas).

La ministra de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, es la autora del prólogo de esta publicación, cuyo epílogo corre a cargo de Rafael del Rey Salgado, director general de la Fundación Observatorio Español del Mercado del Vino.

Entre las 55 obras procedentes de los 17 países que han participado en esta edición, la obra de Cajamar ha sido la única española reconocida con este prestigioso galardón considerado una referencia mundial en la bibliografía relacionada con la vitivinicultura. 

Con este premio se da un espaldarazo a los centros universitarios españoles de los dos coordinadores y, también, del resto de profesores participantes, situándolos entre las referencias científicas mundiales para el estudio y análisis de la estructura y evolución de la economía del vino, los mercados, las políticas y los sistemas productivos vitivinícolas.

Contenido de la publicación

Los 19 capítulos de la publicación editada por Cajamar se estructuran en tres grandes bloques. El primero analiza la situación del sector de la uva y el vino en España desde diversas perspectivas, incorporando las cuestiones del valor social, la historia, la oferta, la demanda, las estructuras y los modelos em¬presariales, la geografía económica en dos regiones emblemáticas –Rioja y Castilla-La Mancha, cada una representando un modelo de vitivinicultura diferente– y el impacto del cambio climático. 

El segundo bloque trata sobre desafíos transversales de inci¬dencia tanto en la vitivinicultura española como en la de otros países del mundo vitivinícola –la regulación, la diferenciación, la competitividad, el marketing, las redes sociales e Internet– aunque los ejemplos y la aplicación se centran en el sector español. 

El último bloque incluye un mosaico de estudios nacionales que comprende los grandes mercados europeos (Italia, Francia, Alemania y Reino Unido) y los principales países productores y exportadores del nuevo mundo vitivinícola  (Chile, Argenti¬na, Estados Unidos y Australia). 

Los autores españoles proceden tanto del ámbito académico – Universidades de Salamanca, Castilla-La Mancha, La Rioja, Valencia, Zaragoza, Navarra, Politécnica de Madrid, Carlos III, Politécnica de Valencia y Miguel Hernández de Elche -como del sector empresarial y la Administración -ICEX y Oficina Comercial de España en Dublín- Institutos de Investigación -CITA de Aragón- y organizaciones profesionales como el Observatorio Español de Mercados del Vino (OeMv).

Los expertos internacionales son profesores de las universidades de Montpellier (Francia), Nápoles (Italia), Ludwigshafen (Alemania), Universidad de Chile, Talca y La Frontera de Temuco (Chile), Universidad Nacional de Cuyo en Mendoza (Argentina) y Eastern Connecticut State University (EE.UU). 

Premios OIV

Desde 1930, los Premios de la OIV recompensan las mejores obras publicadas durante los dos años precedentes y cuyo contenido representa un aporte original, pertinente y de alcance internacional para el sector de la viña y el vino. 

Las obras son juzgadas por un panel de lectores especializados: profesores de universidad, periodistas, científicos, historiadores, sumilleres, enólogos, juristas y otros profesionales del sector de diferentes países. 

Tras las evaluaciones realizadas por los diferentes lectores, se reúne el jurado de los premios, compuesto por destacadas personalidades científicas y técnicas de diferentes naciones, que han presidido las comisiones y subcomisiones de la OIV. En la edición 2015, el jurado se ha reunido en Maguncia para la adjudicación de los 9 premios y 10 menciones especiales elegidas entre las 55 obras presentadas procedentes de 17 países. Podéis consultar el Palmarés 2015 en la web de la OIV (www.oiv.int).

En este blog hemos comentado en otras ocasiones el buen comportamiento que ha tenido el agroalimentario español durante la crisis. Hemos hablado de las exportaciones, del acceso al crédito y de la innovación y el conocimiento. Todo ello no es más que el reflejo de una mejora de la competitividad. Y la competitividad, tarde o temprano, pasa por la productividad, o por una mejora en la captación de valor añadido. Hoy vamos a ahondar un poco en el comportamiento de esta variable usando para ello los datos de la Contabilidad Nacional que elabora el INE.

Como todo el mundo sabe, no es precisamente este un sector que se caracterice por una elevada productividad (Gráfico 1). Tanto la del primario, como la de la industria de los alimentos, la bebida y el tabaco, es muy inferior a la del conjunto de la economía.

Productividad

Gráfico 1.

Fuente: Contabilidad Nacional de España, INE

 

Además, si ponemos en perspectiva temporal los datos, nos damos cuenta de la menor capacidad tradicional de las dos componentes agroalimentarias para mejorar su productividad (Gráfico 2), siendo ampliamente superada por el conjunto de la economía en el que la presencia de los servicios es mayoritaria. Sin embargo, en este mismo gráfico ya se vislumbra que, mientras que la pendiente de las líneas de la industria y el primario siguen manteniendo una pendiente elevada, la del conjunto de la economía se ve terriblemente afectada por la crisis y retrocede.

Productividad indice 1997-2013

Gráfico 2.

Fuente: Contabilidad Nacional de España, INE


Obviamente, este comportamiento distinto provoca que las diferencias se estrechen. Pero, si enfocamos a los datos de la crisis (tomando 2007 como año base), vemos que el diagnóstico aparece ya meridianamente claro (Gráfico 3). Tras el bache de 2009, la productividad en los dos sectores del agroalimentario ha aumentado de forma importante, en torno a un 25 % en ambas ramas. Por lo tanto, ya tenemos una evidencia sólida. El comportamiento de la productividad en las ramas agroalimentarias ha sido mucho más favorable durante los años de crisis que en el conjunto de la economía, por lo que su ganancia de peso y de importancia en la economía española ha sido fruto de un comportamiento continuado, menos intenso que en el conjunto de la economía, pero mucho más estable.

Productividad indice 2007-2013

Gráfico 3.

Fuente: Contabilidad Nacional de España, INE 

 

 

Economía del vinoComo parte de mi labor profesional se cuenta el trabajo de repasar la producción editorial de Cajamar Caja Rural antes de darla a imprenta. Esto me obliga a leer cientos de páginas de temas que no siempre son los que más me interesan o me gustan. En el caso del libro que voy a referenciar, tengo que reconocer que me acerqué a su lectura con cierto temor, sus 700 páginas son bastante disuasorias. Mi idea inicial era realizar una lectura diagonal, buscando básicamente desajustes en el estilo y poco más. Sin embargo, en cuanto terminé la lectura del primer apartado del libro supe que mi plan no sería posible. Terminé emborrachándome con la obra completa y disfruté enormemente durante el proceso: aprendí mucho y muy variado.

Debo agradecer este viaje a la visión de los dos coordinadores de la obra, Raúl Compés y Juan Sebastián Castillo, que han sabido ordenar una larga colección de temas de enorme interés, tanto para el que no conoce el tema como, creo, para el profesional del sector. Se tratan una enorme cantidad de temas y aspectos del mismo, se habla de producto, de estrategia, de denominaciones de origen, de mercados, de comunicación, de nuevos países productores, de historia. Una estimable colección de ingredientes elaborados por una treintena de expertos que han dado como resultado un gran reserva que desde su lanzamiento en diciembre de 2014 acumula dos ediciones en papel y casi 1.000 descargas a través de Internet.

Aunque yo recomendaría la lectura completa del documento, los lectores impacientes o los que no disponen de tiempo o del interés por la amplitud de temas pueden dirigirse en primer lugar al epílogo, donde Rafael del Rey, director del Observatorio Español del Mercado del Vino), realiza un repaso general de los retos a los que se enfrenta el vino en España. El primero de esos retos sería recuperar parte del consumo perdido en el mercado nacional. Esta reducción del consumo no es exclusiva de España y se produce en los países productores tradicionales, aunque dentro de nuestras fronteras reviste mayor intensidad. Las causas son diversas, y van desde el cambio en los gustos de los consumidores hasta la legislación del tráfico, pasando obviamente por las consecuencias de la crisis económica. Afortunadamente para el sector, el consumo está creciendo en otros lugares del mundo, lo que implica que las exportaciones están siendo y serán una parte fundamental del negocio vitivinícola nacional. En este sentido, el conocimiento del consumidor (del nacional y del foráneo) se convierte en una variable fundamental para garantizar la rentabilidad y la viabilidad a largo plazo de las bodegas españolas. Los informes públicos de los que disponemos nos informan de algunas tendencias interesantes: la preferencia creciente por vinos más frescos, el conservadurismo del consumidor tradicional, la preocupación por los precios, nuevas fórmulas de comercialización…

Siguiendo con esta vía aparecería el reto de los nuevos mercados. Si ya resulta complicado tener éxito en el mercado nacional, caracterizado por una abundancia casi infinita de referencias; el acceso a nuevos mercados, en los que el consumo va en aumento y, por tanto, a los que acuden una gran cantidad de competidores del resto del mundo, se convierte en una misión cercana a lo imposible. Estos nuevos consumidores no tienen los prejuicios de los existentes en los mercados tradicionales y están mucho más abiertos a la innovación. España es uno de los principales exportadores de vino del mundo, aunque, por desgracia, nuestros precios medios están por debajo de los otros dos grandes productores tradicionales: Italia y Francia. En este frente el reto no es tanto vender más, como se señala en diversos capítulos del libro, sino hacerlo mejor, pasando de ser meros exportadores a estar internacionalizados. Y añadiendo más valor a nuestra producción.

Este es otro de los retos primordiales, el del valor. España es un gran vendedor de vinos mundial, pero somos incapaces de obtener por nuestros caldos el precio unitario que logran italianos o, sobre todo, franceses.  “España supone algo más del 9 % del total del comercio mundial de vino en valor y cerca del 20 % del total en volumen”, escribe del Rey en el epílogo, y la razón de la distancia entre estos dos porcentajes está en el peso diferencial que el vino a granel tiene para la cuenta exterior española. Debemos pues, intentar reducir el peso de esos graneles en nuestras exportaciones y aumentar progresivamente las de vinos envasados y espumosos que obtienen unos precios mayores.

Finalmente, el mundo del vino tiene por delante un reto común con el del conjunto de la economía española, el reto de la innovación. Aunque resulte paradójico que un sector tan vinculado con la tradición ­–no olvidemos que la tradición forma parte de la propia definición de muchos de nuestros vinos–, debemos reconocer que el momento actual está caracterizado por el cambio constante. El ritmo que nos han impuesto la tecnología y la inmediatez de la multiconexión implican que las modas sean cada vez más multitudinarias, pero también más efímeras. Y esto es un problema primordial para un sector en el que el periodo de producción de algunos de sus productos puede superar los 5 años. La buena noticia en este terreno es que los campos de actuación son numerosos y van desde el propio producto (las características organolépticas del vino) hasta la forma de comunicar, pasando por el envasado, el etiquetado, los canales de venta, la dosificación, la sostenibilidad, y un larguísimo etcétera.

A lo largo de las páginas del libro, una larga nómina de especialistas internacionales analiza una amplia variedad de temas que vienen a mejorar el conocimiento que sobre el mercado del vino se tiene en el mundo de la academia. Los dos coordinadores señalaron en la presentación del mismo la naturaleza única de este libro y se mostraron optimistas tanto por las vías de investigación que se abren después de cerrado este capítulo, así como por el futuro del vino español en el mundo.

Brindemos por ello… Con un buen vino español, por supuesto…

ENLACE AL LIBRO

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A pesar de la imagen de inmovilismo y tradición que acompaña al concepto de cooperativa agraria en la opinión general de la sociedad,  el cooperativismo agroalimentario se mueve. El reciente congreso celebrado en Valencia ha puesto de manifiesto un cambio importante en lo que a actitud se refiere. En dicho congreso se ha hablado básicamente de futuro, la palabra crisis apenas se ha pronunciado y, cuando se ha hecho, ha sido acompañada de un verbo conjugado en pasado. El optimismo se ha dado la mano de la coyuntura económica, de la capacidad demostrada en estos años y de la novedad legal de las entidades asociativas prioritarias.

Los temas que han aparecido de manera reincidente con mayor fuerza han sido la innovación y la integración, destacando las intervenciones del economista Antón Costas y la ex ministra Garmendia. El primero se jugó su prestigio a que el gobierno había errado en sus previsiones sobre 2015, pero en esta ocasión por minusvalorarlo. Apostó por el crecimiento y la reducción del paro. La segunda definió el concepto innovación (todo aquello derivado del conocimiento que produce valor) y nos planteó la enorme mejora que había sufrido el entramado de investigación universitario en las décadas pasadas, e invitó a la colaboración público-privada para afrontar proyectos rompedores.

A pesar de que las palabras clave del congreso fueron las tres íes: innovación, internacionalización e integración, se han colado algunas otras en el ranking. Posiblemente una de las más mencionadas aparte de las propias del lema ha sido cambio, acompañada casi siempre de los adjetivos constante, rápido o profundo. Es decir una realidad en la que la incertidumbre se convierte en la única variable constante. Un mundo en el que pararse significa estar a punto de morir.

Por supuesto, también se ha hablado de retos de futuro, de la necesidad de incorporar más valor a los productos y se ha constatado el papel protagonista que las cooperativas deben jugar en el devenir de dicho futuro. En líneas generales, si los temas que han desfilado por las salas del congreso son algunos de los que más preocupan a las cooperativas agroalimentarias españolas, y no tenemos razones para creer otra cosa, entonces nuestro tejido productivo tiene un estupendo porvenir, porque todos esos temas son claves para el desarrollo empresarial en el entorno actual.

El tema de la dimensión, como ya he comentado, ha aparecido de forma reiterada en las diversas intervenciones, y en distintos contextos: al hablar de internacionalización, de investigación e innovación, de financiación. Aunque también es verdad que se ha matizado en algunas de las ocasiones, señalando que no debe convertirse en un fin en sí mismo, sino en una de las posibles maneras de satisfacer las demandas de los consumidores. De hecho, aparte de corroborar el nombre de la primera, Ovispain, hemos conocido que dos de las mayores cooperativas agrarias españolas están a punto de firmar una alianza que las pondría en situación de explotar sinergias en los servicios a los cooperativistas y en la comercialización de sus productos: Única Group y Grupo AN.

Otras cuestiones que han ido apareciendo a lo largo de las sesiones han sido la sostenibilidad ambiental, la renovación generacional, la formación, la profesionalización, el cambio climático, el papel de las políticas públicas, los cambios en la alimentación de los países emergentes, el papel de China, el TTIP (aunque en este caso con una superficialidad que no se merecía el asunto), la biotecnología, el mercado, la rentabilidad, el control de costes, la búsqueda de la eficiencia, la gobernanza de las cooperativas, la responsabilidad social…

En fin. La conclusión es que el cooperativismo agroalimentario no solo tiene futuro sino que cree en él y ha comenzado a abordar las estrategias que le permitirán mantener esta actividad por mucho tiempo.

Si pudiera pedir un deseo para el próximo congreso, este sería que ya no se hablara de muchas de las cuestiones que se han mencionado. Que no hiciera falta mencionar la palabra integración, que no hubiera que preocuparse por la falta de atractivo del sector para los jóvenes o que la profesionalización ya fuera una preocupación. Puestos a desear, sería genial que hablar de internacionalización fuera superfluo. Y que la palabra estrella siguiera siendo “futuro”…

Aunque tengo previsto dedicar una entrada al VII Congreso de Cooperativas Agroalimentarias que se está celebrando en Valencia, ahora quiero dejar una breve nota sobre una de las ideas más lamativas de las que he tenido noticia hoy. Si usted es de los que han leído el resto de las entradas de este blog, ya conocerá algunas de las obsesiones de este que les escribe. Aparte de la necesidad de alcanzar una dimensión adecuada para los mercados actuales, otra de las más repetidas es la necesidad de tener noticia de los gustos de lo consumidores que son los que finalmente deciden si compran o no nuestro producto.

En la Escuela de Consejeros del Grupo Cooperativo Cajamar suelo invitar a los consejeros de las cooperativas a que exploren las oportunidades de las nuevas tecnologías para esta misión tan importante. Pues bien, los amigos de Fresón de Palos han ido más lejos de lo que yo hubiera imaginado, ya que no sólo han logrado el contacto directo con sus consumidres, sino que también han logrado que estos les cuenten algunas cosas tan relevantes como de qué forma consumen el producto, o qué valores asocian a la marca. Y todo con una promoción en la que sorteaban unas tablets. Para participar, el consumidor tenía que responder una encuesta bastante amplia. Para mi sorpresa lograron 104.000 respuestas. Una muestra extraordinaria para cualquiera que se dedique a investigación comercial.

Fresondepalos

El análisis de esas respuestas les ha permitido identificar estrategias de cambio para ajustar la imagen que de ellos tienen los consumidores a la que elllos desean ofrecer. Pero también les han dado pistas para lanzar nuevos productos que permitan reducir la estacionalidad de las ventas. Y que aumenten su posicionamiento. Incluso les ha permitido enfocar mejor su publicidad en TV.

Desde ya queda incorporado este ejemplo a mi batería para conferencias. Ahora busco uno de producto que te hable desde el lineal: ¿Alguien conoce alguno?

Otra vez estamos a vueltas con la leche. O, más bien, con los precios de la leche. El mismo año que terminan las cuotas lácteas, nos encontramos con bricks expuestos al público a precios por debajo de lo razonable (o de la suma de los costes de producción y envasado). ¿Es que ha bajado la demanda? Pues, según el panel de consumo alimentario, el consumo de las familias habría caído en volumen un 2,2 % hasta noviembre. Es decir, que a priori, sería razonable una cierta caída del mismo.

Sin embargo, hay algún otro factor importante, que viene dado por el lado de la oferta comercial. Aunque en los registros del INE no es posible encontrar una referencia al respecto, en este artículo se afirma que la superficie comercial está en aumento en España, mientras que la población ha comenzado a decrecer. Esto, de ser cierto, sería una nueva muestra del aumento de la competencia en el segmento de la distribución minorista del que ya se ha hablado en otras ocasiones. Dicha intensificación de la competencia estaría llevando a que determinados productos sirvieran de reclamo a los consumidores.

El artículo referenciado pide a los consumidores que cuando compren piensen en lo que están haciendo. El problema es que si el consumidor ve un producto a determinado precio entiende que si alguien lo vende será porque o gana dinero o forma parte de una estrategia comercial. Y, de la misma manera que es muy complicado convencer a la gente de que paqgue por música o cine que se baja gratis de Internet, también lo es que voluntariamente vaya a pagar más por un producto alimenticio sobre todo cuando los presupuestos familares se han visto terriblemente afectados por la crisis.

En realidad, si la pérdida fuera asumida por el minorista como parte de su política comercial, el problema no sería tal, o solo serí asuyo. Este surge si, como resultado de una situación de mercado desequilibrado, el minorista puede obligar al resto de la cadena aguas arriba a absorber una parte o la totalidad de esas pérdidas. Ese es el comportamiento ue habría que perseguir.

Recuerdo de mis años de estudiantes de economía que se decía que en una guerra de precios siempre terminan perdiendo todos, porque el precio final será menor que el inicial. Sin embargo, en este caso, los que perderían serían, no los contendientes en la guerra, sino sus proveedores. 

Encerrados entre urbanizaciones, en el estrecho margen que hay entre el mar y la tierra, a lo largo del litoral malagueño y granadino, enfrentando cada día el coste de oportunidad del turismo en plena Costa del Sol. Aprovechando el mismo microclima que atrae a miles de turistas de toda Europa, protegidos por invernaderos de plástico, cientos de agricultores sacan adelante sus frutas tropicales: y lo hacen con éxito. Un éxito que queda patente desde el momento en el que esos cultivos sobreviven y no se han convertido en parcelas para chalets con vistas al mar.

Velezmalaga

El pasado mes de diciembre tuve la oportunidad de asistir a uno de los Encuentros Territoriales del Agroalimentario Malagueño, organizados por el Diario Sur y patrocinados por Junta de Andalucía, Extenda y Cajamar Caja Rural. El encuentro se organizaba en tres segmentos en los que se contaba el pasado, se daban las claves del presente y se intentaba vislumbrar el futuro. Me tocó hablar en el último lugar, lo que implica que prácticamente todo lo que llevaba preparado había sido dicho por otros intervinientes. Así que tuve que improvisar un poco, más vale ser breve que repetitivo.

Afortunadamente había estado tomando notas de las intervenciones anteriores y me di cueta que, entre unos y otras habían relizado un excelente diagnóstico de la situación del sector. Así que inmediatamente supe que tenía un nuevo post para La Locura y la Verdura (lo que no fui capaz de adivinar es todo el tiempo que tardaría en trascribirlo al blog). 

Creo que la principal conclusión que se podía sacar de aquella jornada era que estábamos hablando de un sector de futuro y con futuro, con una producción en expansión, pero también con algunos retos importantes para poder desarrollar todo su potencial:

  • Retos "institucionales", vinculados a la falta de un tejido institucional que permita lograr objetivos comunes del conjunto del sector, tales como la disponibilidad de agua para riego, promover la investigación o adecuar los requerimientos de hacienda a la realidad del sector. Todos estos retos requieren de una acción coordinada y, aunque parezca que no dependen directamete de los agentes del sector, lo cierto es que precisan de una labor de lobby que no puede hacerse sin una integración de intereses de los agricultores y empresas.
  • El reto de la dimensión. Varios intervinientes hicieron referencia a la necesidad de reequilibrar las relaciones proveedor-comercializador-distribuidor-consumidor. También se habló de "atomización y masificación" del sector. En este ámbito (en el que la resolución del problema institucional también tendría efectos beneficiosos) existe actualmente la comprensión del legislador (Ley de la Cadena Alimentaria) y de la propia UE, que en la reforma de la PAC hace referencia a la necesidad de reequilibrar la cadena. Al mismo tiempo, se están produciendo iniciativas de concentración en el propio sector que suponen una actitud proactiva en el camino de dimensionar la oferta para enfrentar el poder creciente de la gran distribución y poder también cubrir las necesiades de aprovisionamiento de esta.
  • El reto de la diversificación. En este terreno se referían principalmente a la posibilidad de abrir nuevos mercados (desde el punto de vista geográfico). Aunque el planteamiento puede ser mucho más amplio, si tenemos en cuenta nuevos productos, o incluso nuevas presentaciones (y gamas) basadas en los productos actuales. Si bien sobre el papel, esto es correcto, desde hace un tiempo he aprendido a tener en cuenta un aforismo que suele sentenciar el presidente de una gran cooperativa a propósito de los nichos de mercado: "el lugar donde más nichos hay es el cementerio". En cualquier caso, cualquier movimiento que se realice en este terreno debería perseguir como objetivo último obtener mayor valor para productores y comercializadores en origen (y esto pasa por ofrecerle más valor al consumidor final).
  • El reto de la diferenciación. Vinculado fuertemente al anterior, y que persigue precisamente que el consumidor perciba las frutas tropicales malagueñas como más valiosas que las del resto del mundo. Las fuentes de difrenciación clásicas en alimentos son el origen geográfico, la calidad, la sostenibilidad, la responsabilidad social (de importancia creciente en la medida que el consumidor va siendo más consciente). Y, por supuesto, el marketing como herramienta básica de comunicación de esas diferencias a los compradores potenciales. En este sentido, la provincia es experta en la comunicación de "relatos" que recrean experiencias (es lo que hace el sector turístico). El sector agroalimentario en general debería aprender a venderse a través de un relato coherente que transmita no solo una historia, sino unos valores y cualidades que puedan hecerse extensivas a los productos.
  • El reto de la financiación, vinculado a la crisis y a las dificultades sobrevenidas. A este respecto, la naturaleza de la crisis económica de la que parece que finalmente estamos saliendo (básicamente financiera en su origen) obliga a un intenso proceso de desapalancamiento de la mayor parte de los agentes (incluidos fmilias y empresas). De una crisis de estas características la salida difiícilmente puede venir precedida de la disponibilidad de crédito. De hecho, la evidencia existente señala que de este tipo de recesiones se sale "a pulmón": primero viene la mejora de la actividad y luego aflora el crédito, justo lo que está pasando en España.

Finalmente, la superación de la mayor parte de los retos señalados requiere también la mejora del principal activo del sector: los agricultores. Estos, empujados por la necesidad de obtener rentabilidad de unas inversiones crecientes, deben apostar claramente por una mejora de la profesionalidad y por la superación del papel de agricultor estricto para pasar a convertirse en un empresario agricultor.

The Times they are a changin’, cantaba Bob Dylan a finales de los 70, y hoy su canción se sigue haciendo realidad cuando hablamos de la agricultura invernada del sureste español. En realidad nunca han dejado de cambiar, ya que una de las claves del éxito de esta actividad ha sido la flexibilidad y diligencia mostrada en la gestión de los cambios: de la demanda de los consumidores, de las tecnologías y sistemas de producción, de las generaciones de agricultores, etc.

A día de hoy, los factores que caracterizan la situación podrían ser, de manera muy simplificada, los siguientes:

  • Europa sigue siendo nuestro principal mercado internacional pero es donde quiere vender todo el mundo. El viejo continente cuenta con una población de elevado poder adquisitivo pero bajo potencial demográfico. Es decir, es un mercado maduro, en el que no podemos esperar a corto plazo grandes crecimientos de la demanda, pero sí cambios en la misma, hacia alimentos más saludables, más sencillos de consumir y más relacionados con la idea de dieta mediterránea.
  • Tijera de costes y precios reales: los primeros al alza, los segundos a la baja. Se suele explicar que la reducción de los precios de los alimentos viene provocada por una demanda bastante inelástica (baja reacción de la cantidad demandada ante cambios en los precios), oferta creciente (que presiona los precios a la baja) y la escasa diferenciación de los productos. Las estrategias que se siguieron inicialmente en Almería para escapar de esta trampa de precios a la baja y costes al alza tenían que ver con el adelanto de calendarios buscando mejores precios y la mejora de la productividad, que redundaba en menores costes medios. El problema es que este esquema hace tiempo que ya no es posible, ya que se ha extendido al máximo el calendario de producción y ulteriores adelantos no redundarían en mejores cotizaciones, sino en una mayor concurrencia de productos en los mercados. La única vía que queda es la de la mejora de la productividad (los rendimientos), pero dicha vía reduce costes a la vez que aumenta la producción, generando un efecto de acumulación de oferta que no ayuda al mantenimiento de los precios. El otro camino que se ha seguido es el del aumento de la superficie por explotación, lo que ha permitido mantener los ingresos por unidad de superficie durante un cierto tiempo.
  • Cadena de valor desequilibrada. Los factores sociales, económicos y demográficos han llevado al triunfo de la gran distribución. Una parte importante y creciente de los alimentos llega a los consumidores a través de sus canales comerciales. El desequilibrio al que nos referimos viene provocado por la enorme dimensión que esta tipología de agente ha alcanzado, llegando a imponer sus condiciones de compra de forma incluso implacable en diversos mercados, entre los que se encuentra el español.
  • Una coyuntura económica no demasiado favorable en nuestro mercado externo tradicional, la Unión Europea, cuyos fundamentales están deteriorándose desde el verano pasado y no parecen augurar una mayor alegría de su demanda, más probablemente implicará un aumento de la presión a la baja de los precios.

¿Qué se está haciendo desde el sector para enfrentar este escenario? Quisiera volver al título del artículo por un momento. ¿Se han dado cuenta de que he preguntado qué se está haciendo y no qué se puede hacer? En esto los tiempos están cambiando también, el sector se está moviendo claramente en las líneas teóricas de salida, sin esperar al último minuto. Aparte de lo ya mencionado, hemos comenzado a darnos cuenta de que podemos obtener unos mejores precios si somos capaces de diferenciar nuestros productos. Al contrario de lo que se creía (y se decía) en los años 80 o primeros 90, las empresas comercializadoras han comenzado a invertir en marca, superando el miedo al producto perecedero. Desgraciadamente el problema del desequilibrio de la cadena menoscaba muchos de esos esfuerzos; pero incluso en este terreno también las cosas están cambiando.

Todos los lectores de estas líneas podrían citar de memoria uno o dos casos de concentración corporativa en los últimos cinco años. Estos movimientos han provocado que, a pesar de que el número de agentes no se haya reducido significativamente, sí que se hayan engrosado las cifras de facturación de las primeras. Además, la concentración no solo se está produciendo por estas operaciones, sino que los agricultores están comenzando a “votar con los pies”. El resultado es que, por ejemplo, en la pasada campaña almeriense (la principal zona de hortñicolas invernados) las cinco primeras empresas comercializaban el 34 % del total provincial de frutas y hortalizas.

Obviamente, no todo es dimensión. Los mercados siempre tienen rincones en los que los especialistas pueden satisfacer unas demandas específicas. Hoy en Almería tenemos explotaciones muy especializadas en esas “especialidades” (perdonen la redundancia). También tenemos empresas que han avanzado en los eslabones de la cadena y han ampliado su gama de productos, incorporando innovación y obteniendo un mayor valor por ello.

Estamos en un sector que está hoy, como dicen los modernos, on fire, con movimientos en todos los aspectos de la explotación, con la entrada de nuevos agentes, con abundante capital (y barato) y con las ideas muy claras. El próximo reto está a la vuelta de la esquina, y tendrá que ver con las nuevas exigencias de los consumidores, o con la tecnología (que se ha empeñado en rodearnos por tierra, mar y aire), o con las normativas legales. Da igual. The Times they are a changin’ pero esta vez nosotros tenemos la actitud apropiada.

En el primer capítulo de Freakonomics, Lewit y Dubner explican el caso de una guardería que la mayor parte de los días se veía obligada a ampliar el horario de alguno de sus empleados a causa de los padres que se retrasaban. Consultados unos economistas, les indicaron que lo que debían hacer era poner un castigo en forma de multa para los padres que se rezagaban en la recogida de sus vástagos. El coste de la guardería era de 380 dólares mensuales y la multa la estipularon en 3 dólares. El resultado fue que los 3 dólares eran una compensación más que razonable por la vergüenza y el malestar moral: los retrasos se incrementaron.

El pasado 17 de junio se publicó en el BOE el Real Decreto que establecía las características que debían cumplir las cooperativas y demás figuras asociativas para alcanzar la calificación de Entidad Asociativa Prioritaria (EAP). Concretamente especificaba las cuantías mínimas de facturación necesarias para acogerse a esta figura. Para su fijación, dice el decreto que se han tenido en cuenta las opiniones de las comunidades autónomas y de las entidades asociativas del sector por lo que, a priori, no debería haber demasiada contestación al respecto.

Se han considerado, así mismo, reducciones en esos límites para el caso de cooperativas de primer grado. También se han establecido alivios en los porcentajes máximos permitidos en una única comunidad autónoma cuando la producción nacional del producto correspondiente se haya muy concentrada. Es decir, el Decreto contempla una amplia diversidad de características que dotan a la norma de una importante flexibilidad para recoger las diversas realidades.

Sin embargo, en las Jornadas a las que hemos asistido hasta la fecha sobre la integración cooperativa (uno de los más de moda del momento) nos hemos encontrado algunas opiniones en contra de la misma. A veces sonde tipo filosófico, pero también nos hemos topado con otras relacionadas con la dificultad de alcanzar los límites establecidos. Por ejemplo, para cítricos está en los 300 millones de euros, en 400 millones para hortalizas o en 500 para el aceite de oliva.

Alguna de las cooperativas más grandes de España ya cumple el criterio de la facturación, y algunas otras cumplen también los criterios territoriales. Pero se cuentan “con los dedos de una mano”. El objetivo declarado de la Ley es que la oferta primaria alcance volúmenes acordes con las actuales dimensiones de los agentes del mercado, no simplemente concentrar. En realidad, lograr este objetivo es la mejor manera de reequilibrar la cadena, ya que de esta forma se compensan las relaciones de poder entre los diversos eslabones de la misma. Si se hubieran establecido condiciones más laxas o sencillas se reduciría considerablemente el incentivo al crecimiento. Aunque lo cierto es que la propia situación del mercado ya debería ser suficiente incentivo para organizarse en unidades de comercialización mayores y más eficientes.

La mayor cooperativa valenciana, ANECOOP, facturó 593,4 millones de euros en 2013, aún lejos de los 750 millones que se exigen para las entidades multiproducto. Muchos piensan que la imposibilidad actual de esta entidad para adherirse al Registro Nacional de Entidades Asociativas Prioritarias es suficiente ejemplo de los exagerados  niveles de facturación establecidos. Sin embargo, en numerosas ocasiones hemos podido escuchar a directivos de esta y otras grandes cooperativas españolas afirmar que su dimensión actual sigue siendo insuficiente para actuar en los mercados globalizados que caracterizan nuestra realidad. Lo cierto es que Anecoop seguramente alcanzará ese volumen mínimo en no demasiado tiempo. Y lo hará por la confluencia de dos fuerzas coincidentes. Una es su propia inercia de crecimiento orgánico, aunque es posible que la situación en el mercado ruso y la actual coyuntura económica les impida hacerlo a la velocidad de las previsiones iniciales. Y la otra fuerza es el atractivo que para cooperativas de primer grado pueda tener asociarse con ella y disfrutar a través de la misma de las ventajas de entidad prioritaria.

Estratégicamente será mucho más interesante para una cooperativa, SAT o agrupación cualquiera una colaboración con una entidad que se encuentre cercana a la cifra mínima, que con otra de similar tamaño al suyo. Con la primera opción llevará mucho menos tiempo –al menos a priori, ya que también cuenta aquí lo adecuado de la gestión empresarial– lograr esa facturación requerida.

Fruticultura siglo XXIEspaña, a pesar del incremento de la competencia, a pesar de los cambios en la estructura productiva, y a pesar de las dificultades relacionadas con las asimetrías de la cadena de distribución, sigue siendo una potencia en fruticultura. Y no se trata solo de los cítricos. En la mayor parte de los productos analizados en el reciente La fruticultura del siglo XXI en España coordinado por J.J. Hueso y J. Cuevas, nuestro país ocupa una posición relevante en el ámbito europeo y hasta mundial, normalmente como exportador.

El libro hace un repaso de casi todos los cultivos que se llevan a cabo en España, haciendo una aproximación a la situación del mismo en el entorno europeo y mundial, analizando la evolución reciente del mismo, enumerando las principales variedades e injertos, y analizando su rentabilidad económica.

Una de las principales conclusiones que llama la atención es que el cultivo de los frutales tiene futuro en España, pues la mayor parte de ellos se encuentran con coyunturas de consumo favorables, aunque también destaca que no todos los tipos de explotaciones serán rentables. Excepción hecha de las explotaciones de carácter ecológico que consigan integrarse en cadenas de distribución de alto valor, son las explotaciones modernas de regadío las que tienen mayores posibilidades de acceder a los mercados y alcanzar la rentabilidad. De hecho, en muchos de los cultivares, las tendencias son claras hacia este tipo de explotaciones, con marcos de plantación más densos y alta mecanización de las labores. 

Claro que el que esto escribe es un economista y tiende a fijarse en aquello a lo que su formación y experiencia han acostumbrado su mirada. Seguramente un o una ingeniero agrónomo, biólogo o agricultor fijará su atención en otros aspectos de este completo compendio, creo que único en España de su naturaleza.

El libro fue presentado en la pasada Vegetal World de Valencia, y ya se encuentra para su descarga y consulta en la web de Publicaciones Cajamar

CEA6Cajamar ha editado hace pocos dias un nuevo número de sus Cuadernos de Estudios Agroalimentarios, en esta ocasión dedicado a la innovación. Casualmente, hace poco leía una entrada en Marketing4food que sólo el 24 % de as innovaciones supera el primer año en el lineal. Eso significa que el porcentaje de éxtico comercial es muy bajo, y que el triunfo requiere paciencia y muchas pruebas.

Con un nivel de compertencia tan elevado como el actual, los agentes del mercado agroalimentario deben estar preparados para mantener un esfuerzo inversor continuado en la investigacion y el desarrollo de nuevos productos, así como en las innovaciones de proceso que permitan una mejora de los rendimientos y, en suma, de los costes.

Volviendo al cuaderno de Cajamar. Está coordinado en esta ocasión por los profesores José Ángel Aznar y por Javier Calatrava. El número arranca con un excelente artículo sobre el tratamiento que el pensamiento economico le ha dado al fenómeno de la innovación. Posteriormente, se tratan aspectos relacionados con el proceso de innovación en las empreas y los factres que contribuyen al éxito de dicho proceso.

Finalmente se tratan cuestiones sectoriales y territoriales, que cubren el olivo, el vino, y las agriculturas valenciana, murciana y almeriense, tres de las más dinámicas del panorama nacional.

Una lectura muy interesante para comenzar a saber sobre estas cuestiones. El enlace al número AQUÍ...

Se ha comentado en numerosas ocasiones la importancia que la industria de los alimentos ha tenido para mitigar en España los negativos efectos de la crisis. Se ha hecho mucho hincapié en su contribución a la excelente marcha del sector exterior y en el sostenimiento del empleo.

Lo que no se suele remarcar, o no me suena que se haya hecho, es la gran estabilidad la industria de los alimentos. Circunstancia que puede verse en el siguiente gráfico. La del índice de producción industrial de los alimentos es claramente la menos nerviosa de las series que se representan, y es la que menos altibajos sufre a lo largo del tiempo. Si la comparamos con la línea verde, que es la industria en su conjunto, podemos ver que el cuento se asemeja a la fábula de la liebre y la tortuga. Inicialmente, la liebre, el conjunto de la industria nacional, crecía mucho más rápido que la industria de los alimentos. A principios del presente siglo se alcanzaba la mayor diferencia. Luego se ajustó un poco, pero hacia el final del ciclo expansivo asociado al sector inmobiliario, la industria volvió a tomar distancia.

La llegada de la crisis fue decisiva. La industria española literalmente colapsó. En poco más de un año el índice de actividad perdió una década. La rama de los alimentos, lógicamente, también se vio afectada (no olvidemos que la demanda nacional se vino abajo y eso significó menos ventas para todos), pero su retroceso fue insignificante en relación con el sufrido por el conjunto del sector. Durante la segunda recesión ambas series vuelven a caer, pero otra vez con intensidades diferentes. El resultado es que a la altura de mediados de 2014, la tortuga (la industria alimentaria) está en niveles máximos en lo que se refiere a su nivel de actividad, mientras que el conjunto de la industria está a niveles de 1994.

Evolución del Índice de Producción Industrial

IPI

Fuente: INE.


Obviamente, el cuento no ha terminado. Se seguirá escribiendo y es posible que la liebre vuelva por sus fueros, sobre todo, si se consolida la recuperación en la Eurozona y en la propia España. Ojalá se produjera, significaría que la economía española habría encontrado un nuevo motor. Ahora bien, lo que parece claro es que apostar por la industria de los alimentos es una estrategia que a largo plazo produce evidentes beneficios.

(Cualquier parecido con la realidad pasada, presente o futura es pura coincidencia)

Año 2014. Rusia ha cerrado su mercado a los productos alimenticios de la UE como represalia por las sanciones que los Estados de la Unión le han impuesto por su intervención en Ucrania. Mientras, en el resto del mundo se frotan las manos pensando en llenar el enorme vacío, y los rusos comienzan a quejarse por el desabastecimiento en sus lineales. Los europeos vuelven a hacer lo que mejor saben: ir cada uno a lo suyo.

(Desde la caída del Imperio Romano nadie ha sido capaz de unir bajo un mismo gobierno a tantos pueblos. Dicen que esa es en parte una de las explicaciones del avance bélico de los europeos y es la razón última de su conquista del mundo desde el siglo XV).

Desde Bruselas intentan ordenar el discurso, ponen en marcha protocolos de ayuda a las producciones afectadas, pero eso significa que otros productores no afectados terminen cobrando menos ayudas de la PAC. “¿Qué hay de lo mío?” Los Gobiernos dicen una cosa en Bruselas pero, por detrás, comienzan a presionar a otros gobiernos, a negociar enjuagues con Putin y a desviar la atención. Todo sea por sus tomates. Y sus vacas.

Un poder emergente en Iraq, tan disparatado como el de los talibanes, ha venido a coincidir en el tiempo con este problema. La mejor cortina de humo. Los cañones se apuntan hacia allí y la presión mediática disminuye en Ucrania. Los rusos encantados, los europeos encantados y los ucranianos jodidos. La guerra ahora es cosa de drones, no hace falta derramar sangre patria en desiertos lejanos. Asepsia garantizada, como en las cadenas de suministro de alimentos. Pero esa lección ya la conocen los fanáticos. El punto débil de la civilización occidental es el miedo. Comienza la escalada terrorista en todo el mundo, hasta que sucede un nuevo 11S: la gota que colma el vaso. Los muertos ahora están en la calle de al lado, en la ciudad de al lado, en el país de al lado. La venganza es lo que impulsa a los soldados que, ahora sí, se dirigen al desierto lejano. Todo sea por sus vacas,  y su seguridad. Y sus tomates.

Mientras, en la Europa cercana, dos antiguas repúblicas soviéticas se enfrentan por algo tan viejo como la energía. El granero ucraniano, poco a poco, se seca, como se secan los oleoductos que atraviesan el país. Y en el Norte hace mucho frío. “¿Por qué no podemos poner la calefacción?” Los muertos son menos muertos cuando uno tiene los pies congelados. Y entonces alguien comienza a negociar una alternativa de suministro con los rusos. En el fondo todo el mundo sabe quién ganará ese enfrentamiento. Todo sea por el bien de los ciudadanos. Y sus tomates y vacas.

El mundo se termina enfrentando a lo que llamará una guerra de civilizaciones, la última cruzada, y mientras un agricultor de alguna pequeña explotación hortícola del Mediterráneo comenzará a creer que sus tomates están manchados de sangre. Porque, hacia el final de todo, cuando cesen las bolsas negras, cuando se hayan alzado los héroes de la paz con su foto de firma en la ONU, es posible que algún medio de comunicación canonice que todo empezó por proteger los tomates y las vacas europeas. Siempre hace falta un culpable de cara a la Historia con mayúsculas.

Y el mundo seguirá igual…