La semana pasada se celebraron en Almería unas jornadas sobre agricultura familiar. A lo largo de dos días se analizaron diversos aspectos de la misma, desde la definición de la misma hasta la conexión de la misma con la empresa cooperativa, pasando por los retos a los que se enfrenta de cara a su supervivencia.
Los organizadores tuvieron a bien invitarnos a participar con una ponencia. Ilusos, dijimos que sí, pensando que sería mucho más sencillo de lo que realmente fue después. Debo confesar que, por el entorno cercano en el que se desarrolla mi actividad profesional, muy vinculado a la agricultura protegida de frutas y hortalizas, mi concepción del fenómeno estaba sesgada por el increíble dinamismo que este tipo de agricultura (basada en estructuras familiares con medias de superficie que aún hoy no alcanzan las 2 ha). Desde mi visión, la naturaleza familiar no estaba reñida ni con la innovación ni, por supuesto, con la rentabilidad.
Sin embargo la realidad es mucho más diversa y rica. En realidad, ni siquiera hay una definición homogénea del concepto. Básicamente no se entiende lo mismo por agricultura familiar en los países desarrollados que en el resto. Por ejemplo, la definición de la FAO incluye como requisitos para ser considerada agricultura familiar los de: dificultad de acceso a los recursos tierra y capital, que la mayor parte del trabajo sea realizada por el agricultor y su familia y que la explotación sea la principal fuente de renta para la familia. Una definición así posiblemente tenga un enorme poder explicativo en amplias zonas del mundo en desarrollo, pero circunscribe el fenómeno a situaciones que rayan en la marginalidad.
El sentido común dicta que sea la naturaleza del control de la explotación el que dicte la naturaleza del mismo. En este sentido, la intervención de Tomás García Azcárate fue muy clara: "la agricultura familiar es aquella en la que las decisiones se toman en torno a la mesa de la cocina y no alrededor de la mesa del consejo de administración". Tal vez no sea muy académica, pero es muy clara y evidente.
Otro problema importante que nos encontramos es la diversidad de funciones que, según la literatura académica, se le asignan a la agricultura familiar. Desde luchar contra la pobreza a frenar el cambio climático, contrarrestar el éxodo rural, incorporar a las familias campesinas al mercado, etc. Y, siendo complicado cumplir este amplio programa funcional, lo cierto es que una parte importante del mismo no se encuentra sujeto al mercado y, por tanto, no es susceptible de ser origen de ingresos en el corto plazo. En Europa, por ejemplo, las reformas de la PAC han ido encaminadas a que poco a poco los ingresos de los agricultores provengan mayoritariamente del mercado, el cual no remunera la provisión de bienes públicos que en muchos casos genera la agricultura familiar.
Un vistazo a la distribución de las superficie y la dimensión de de las mismas, pone de relieve que una parte sustancial de la agricultura europea se corresponde con el concepto de agricultura familiar, entendiendo ésta como aquella en las que las decisiones se toman en torno a la mesa de la cocina. Esto implica que el papel de este tipo de agricultura en el desarrollo del agro europeo es y ha sido muy relevante, contribuyendo de manera decisiva a la competitividad de la misma.
De cara al futuro inmediato, las explotaciones familiares europeas se enfrentan a tremendos retos. El primero es sobrevivir en un entorno en el que las decisiones van a depender de un mercado cada día más globalizado y en el que proveedores y clientes son cada días más grandes (con las consiguientes ganancias de poder de negociación. Asimismo, la UE le ha asignado unas funciones bastante claras: sujeto activo de las políticas de desarrollo rural, elemento activo para el logro de la sostenibilidad y, como ya hemos comentado, cubrir las necesidades del mercado y obtener un porcentaje creciente de su renta a través del mismo.
En este entorno es en el que se hace más que necesaria la concentración de esfuerzos para acceder a estos mercados en condiciones lo más favorables posibles. Y aquí es dónde las cooperativas se muestran como una de las opciones más favorables. Unas cooperativas a las que, según comentaba el profesor Michael Cook durante las jornadas, hay que sumarles una característica bastante curiosa: la capacidad de reinventarse...
La semana pasada se celebraron en Almería unas jornadas sobre agricultura familiar. A lo largo de dos días se analizaron diversos aspectos de la misma, desde la definición de la misma hasta la conexión de la misma con la empresa cooperativa, pasando por los retos a los que se enfrenta de cara a su supervivencia.
Los organizadores tuvieron a bien invitarnos a participar con una ponencia. Ilusos, dijimos que sí, pensando que sería mucho más sencillo de lo que realmente fue después. Debo confesar que, por el entorno cercano en el que se desarrolla mi actividad profesional, muy vinculado a la agricultura protegida de frutas y hortalizas, mi concepción del fenómeno estaba sesgada por el increíble dinamismo que este tipo de agricultura (basada en estructuras familiares con medias de superficie que aún hoy no alcanzan las 2 ha). Desde mi visión, la naturaleza familiar no estaba reñida ni con la innovación ni, por supuesto, con la rentabilidad.
Sin embargo la realidad es mucho más diversa y rica. En realidad, ni siquiera hay una definición homogénea del concepto. Básicamente no se entiende lo mismo por agricultura familiar en los países desarrollados que en el resto. Por ejemplo, la definición de la FAO incluye como requisitos para ser considerada agricultura familiar los de: dificultad de acceso a los recursos tierra y capital, que la mayor parte del trabajo sea realizada por el agricultor y su familia y que la explotación sea la principal fuente de renta para la familia. Una definición así posiblemente tenga un enorme poder explicativo en amplias zonas del mundo en desarrollo, pero circunscribe el fenómeno a situaciones que rayan en la marginalidad.
El sentido común dicta que sea la naturaleza del control de la explotación el que dicte la naturaleza del mismo. En este sentido, la intervención de Tomás García Azcárate fue muy clara: "la agricultura familiar es aquella en la que las decisiones se toman en torno a la mesa de la cocina y no alrededor de la mesa del consejo de administración". Tal vez no sea muy académica, pero es muy clara y evidente.
Otro problema importante que nos encontramos es la diversidad de funciones que, según la literatura académica, se le asignan a la agricultura familiar. Desde luchar contra la pobreza a frenar el cambio climático, contrarrestar el éxodo rural, incorporar a las familias campesinas al mercado, etc. Y, siendo complicado cumplir este amplio programa funcional, lo cierto es que una parte importante del mismo no se encuentra sujeto al mercado y, por tanto, no es susceptible de ser origen de ingresos en el corto plazo. En Europa, por ejemplo, las reformas de la PAC han ido encaminadas a que poco a poco los ingresos de los agricultores provengan mayoritariamente del mercado, el cual no remunera la provisión de bienes públicos que en muchos casos genera la agricultura familiar.
Un vistazo a la distribución de las superficie y la dimensión de de las mismas, pone de relieve que una parte sustancial de la agricultura europea se corresponde con el concepto de agricultura familiar, entendiendo ésta como aquella en las que las decisiones se toman en torno a la mesa de la cocina. Esto implica que el papel de este tipo de agricultura en el desarrollo del agro europeo es y ha sido muy relevante, contribuyendo de manera decisiva a la competitividad de la misma.
De cara al futuro inmediato, las explotaciones familiares europeas se enfrentan a tremendos retos. El primero es sobrevivir en un entorno en el que las decisiones van a depender de un mercado cada día más globalizado y en el que proveedores y clientes son cada días más grandes (con las consiguientes ganancias de poder de negociación. Asimismo, la UE le ha asignado unas funciones bastante claras: sujeto activo de las políticas de desarrollo rural, elemento activo para el logro de la sostenibilidad y, como ya hemos comentado, cubrir las necesidades del mercado y obtener un porcentaje creciente de su renta a través del mismo.
En este entorno es en el que se hace más que necesaria la concentración de esfuerzos para acceder a estos mercados en condiciones lo más favorables posibles. Y aquí es dónde las cooperativas se muestran como una de las opciones más favorables. Unas cooperativas a las que, según comentaba el profesor Michael Cook durante las jornadas, hay que sumarles una característica bastante curiosa: la capacidad de reinventarse...
Adjunto la presentación que utilicé como apoyo...