(Columna Apuntes desde el Sur, en El Economista)

Un sector que desde el comienzo de la crisis ha mostrado un comportamiento exportador claro ha sido el agroalimentario. Disponemos de conocimientos, tecnología y sensibilidad para ser líderes.

La economía española se encuentra nuevamente asediada por la desconfianza. En el momento en el que redacto estas líneas, el ministro de economía, como San Pedro, ha negado el rescate en repetidas ocasiones y desde el Gobierno comienza a filtrarse un cierto aire de desesperanza. El dato de PIB adelantado del segundo trimestre nos muestra un país que se hunde un poco más en la recesión y que busca desesperadamente una salida.

A falta de una devaluación competitiva, y con una austeridad fiscal impuesta a sangre y fuego, la única opción que le queda a España es la devaluación interna. Y eso es lo que estamos haciendo. Esta vía de salida de la crisis, tarde o temprano dará sus frutos, aunque si no se acompaña de medidas favorecedoras del crecimiento, los tiempos y los sacrificios sociales serán mayores. En esta tesitura, la palanca de la demanda externa es la única que le queda a la economía española, y las empresas se han aplicado a ello. De ahí la mejora sostenida de nuestro déficit comercial y el histórico superávit con nuestros socios europeos.

 

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