Artículo escrito para El Economista.

La sostenibilidad se ha convertido en una de las principales preocupaciones de la sociedad posindustrial. Aunque en los últimos años la crisis y sus consecuencias se han convertido en el primer tema de conversación en toda Europa, sobre la mayor parte de los sectores productivos sobrevuela la idea de que debemos profundizar en procesos más sostenibles si queremos que nuestros hijos hereden un mundo en el que se puedan alcanzar al menos los mismos niveles de vida que ahora tenemos.

En sentido estricto, el desarrollo sostenible es un oxímoron, dado que los dos términos de la expresión son contradictorios. El desarrollo, cualquier tipo, lleva aparejado nuestra intromisión en el mundo natural, y algún tipo de manejo, lo que lo antropiza indefectiblemente, aunque sea de una forma muy sutil. Ahora bien, entendido como una utopía a la que nos podemos acercar marginalmente, el concepto mantiene su valor. Se trata, además, de lograr una triple sostenibilidad: la económica, la social y la ambiental.

En España, y en lo que se refiere al sector agroalimentario, los precios se han convertido en el principal factor determinante a la hora de elegir un establecimiento comercial, por encima de la calidad de los productos y por primera vez en la historia de la serie que elabora el Ministerio de Agricultura. Sin embargo, otros estudios sugieren que el producto ecológico y, por extensión supuestamente más sostenible, es considerado por los consumidores como más saludable y sabroso. Ergo, si el consumidor cree que obtiene valores diferenciales de esos productos podrá estar de acuerdo en pagar más por ellos.

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