Encerrados entre urbanizaciones, en el estrecho margen que hay entre el mar y la tierra, a lo largo del litoral malagueño y granadino, enfrentando cada día el coste de oportunidad del turismo en plena Costa del Sol. Aprovechando el mismo microclima que atrae a miles de turistas de toda Europa, protegidos por invernaderos de plástico, cientos de agricultores sacan adelante sus frutas tropicales: y lo hacen con éxito. Un éxito que queda patente desde el momento en el que esos cultivos sobreviven y no se han convertido en parcelas para chalets con vistas al mar.
El pasado mes de diciembre tuve la oportunidad de asistir a uno de los Encuentros Territoriales del Agroalimentario Malagueño, organizados por el Diario Sur y patrocinados por Junta de Andalucía, Extenda y Cajamar Caja Rural. El encuentro se organizaba en tres segmentos en los que se contaba el pasado, se daban las claves del presente y se intentaba vislumbrar el futuro. Me tocó hablar en el último lugar, lo que implica que prácticamente todo lo que llevaba preparado había sido dicho por otros intervinientes. Así que tuve que improvisar un poco, más vale ser breve que repetitivo.
Afortunadamente había estado tomando notas de las intervenciones anteriores y me di cueta que, entre unos y otras habían relizado un excelente diagnóstico de la situación del sector. Así que inmediatamente supe que tenía un nuevo post para La Locura y la Verdura (lo que no fui capaz de adivinar es todo el tiempo que tardaría en trascribirlo al blog).
Creo que la principal conclusión que se podía sacar de aquella jornada era que estábamos hablando de un sector de futuro y con futuro, con una producción en expansión, pero también con algunos retos importantes para poder desarrollar todo su potencial:
- Retos "institucionales", vinculados a la falta de un tejido institucional que permita lograr objetivos comunes del conjunto del sector, tales como la disponibilidad de agua para riego, promover la investigación o adecuar los requerimientos de hacienda a la realidad del sector. Todos estos retos requieren de una acción coordinada y, aunque parezca que no dependen directamete de los agentes del sector, lo cierto es que precisan de una labor de lobby que no puede hacerse sin una integración de intereses de los agricultores y empresas.
- El reto de la dimensión. Varios intervinientes hicieron referencia a la necesidad de reequilibrar las relaciones proveedor-comercializador-distribuidor-consumidor. También se habló de "atomización y masificación" del sector. En este ámbito (en el que la resolución del problema institucional también tendría efectos beneficiosos) existe actualmente la comprensión del legislador (Ley de la Cadena Alimentaria) y de la propia UE, que en la reforma de la PAC hace referencia a la necesidad de reequilibrar la cadena. Al mismo tiempo, se están produciendo iniciativas de concentración en el propio sector que suponen una actitud proactiva en el camino de dimensionar la oferta para enfrentar el poder creciente de la gran distribución y poder también cubrir las necesiades de aprovisionamiento de esta.
- El reto de la diversificación. En este terreno se referían principalmente a la posibilidad de abrir nuevos mercados (desde el punto de vista geográfico). Aunque el planteamiento puede ser mucho más amplio, si tenemos en cuenta nuevos productos, o incluso nuevas presentaciones (y gamas) basadas en los productos actuales. Si bien sobre el papel, esto es correcto, desde hace un tiempo he aprendido a tener en cuenta un aforismo que suele sentenciar el presidente de una gran cooperativa a propósito de los nichos de mercado: "el lugar donde más nichos hay es el cementerio". En cualquier caso, cualquier movimiento que se realice en este terreno debería perseguir como objetivo último obtener mayor valor para productores y comercializadores en origen (y esto pasa por ofrecerle más valor al consumidor final).
- El reto de la diferenciación. Vinculado fuertemente al anterior, y que persigue precisamente que el consumidor perciba las frutas tropicales malagueñas como más valiosas que las del resto del mundo. Las fuentes de difrenciación clásicas en alimentos son el origen geográfico, la calidad, la sostenibilidad, la responsabilidad social (de importancia creciente en la medida que el consumidor va siendo más consciente). Y, por supuesto, el marketing como herramienta básica de comunicación de esas diferencias a los compradores potenciales. En este sentido, la provincia es experta en la comunicación de "relatos" que recrean experiencias (es lo que hace el sector turístico). El sector agroalimentario en general debería aprender a venderse a través de un relato coherente que transmita no solo una historia, sino unos valores y cualidades que puedan hecerse extensivas a los productos.
- El reto de la financiación, vinculado a la crisis y a las dificultades sobrevenidas. A este respecto, la naturaleza de la crisis económica de la que parece que finalmente estamos saliendo (básicamente financiera en su origen) obliga a un intenso proceso de desapalancamiento de la mayor parte de los agentes (incluidos fmilias y empresas). De una crisis de estas características la salida difiícilmente puede venir precedida de la disponibilidad de crédito. De hecho, la evidencia existente señala que de este tipo de recesiones se sale "a pulmón": primero viene la mejora de la actividad y luego aflora el crédito, justo lo que está pasando en España.
Finalmente, la superación de la mayor parte de los retos señalados requiere también la mejora del principal activo del sector: los agricultores. Estos, empujados por la necesidad de obtener rentabilidad de unas inversiones crecientes, deben apostar claramente por una mejora de la profesionalidad y por la superación del papel de agricultor estricto para pasar a convertirse en un empresario agricultor.
Encerrados entre urbanizaciones, en el estrecho margen que hay entre el mar y la tierra, a lo largo del litoral malagueño y granadino, enfrentando cada día el coste de oportunidad del turismo en plena Costa del Sol. Aprovechando el mismo microclima que atrae a miles de turistas de toda Europa, protegidos por invernaderos de plástico, cientos de agricultores sacan adelante sus frutas tropicales: y lo hacen con éxito. Un éxito que queda patente desde el momento en el que esos cultivos sobreviven y no se han convertido en parcelas para chalets con vistas al mar.
El pasado mes de diciembre tuve la oportunidad de asistir a uno de los Encuentros Territoriales del Agroalimentario Malagueño, organizados por el Diario Sur y patrocinados por Junta de Andalucía, Extenda y Cajamar Caja Rural. El encuentro se organizaba en tres segmentos en los que se contaba el pasado, se daban las claves del presente y se intentaba vislumbrar el futuro. Me tocó hablar en el último lugar, lo que implica que prácticamente todo lo que llevaba preparado había sido dicho por otros intervinientes. Así que tuve que improvisar un poco, más vale ser breve que repetitivo.
Afortunadamente había estado tomando notas de las intervenciones anteriores y me di cueta que, entre unos y otras habían relizado un excelente diagnóstico de la situación del sector. Así que inmediatamente supe que tenía un nuevo post para La Locura y la Verdura (lo que no fui capaz de adivinar es todo el tiempo que tardaría en trascribirlo al blog).
Creo que la principal conclusión que se podía sacar de aquella jornada era que estábamos hablando de un sector de futuro y con futuro, con una producción en expansión, pero también con algunos retos importantes para poder desarrollar todo su potencial:
Finalmente, la superación de la mayor parte de los retos señalados requiere también la mejora del principal activo del sector: los agricultores. Estos, empujados por la necesidad de obtener rentabilidad de unas inversiones crecientes, deben apostar claramente por una mejora de la profesionalidad y por la superación del papel de agricultor estricto para pasar a convertirse en un empresario agricultor.