Recién terminado el IX Congreso de la Asociación Española de Economía Agraria es tiempo de realizar un resumen del mismo, al menos del congreso que yo he vivido. Por cierto, la Red Chil ha realizado una amplia cobertura del mismo que puede verse aquí.



La primera cuestión es la constatación del momento que vive la disciplina: en plena tormenta perfecta para la economía española,  no sólo los amigos del CREDA de la Politécnica de Cataluña han sido capaces de organizar el congreso (un congreso Low Cost como bien decían), sino que el mismo ha contado con la presencia de 125 congresistas y casi 100 (99) comunicaciones. Como digo, el momento parece bueno, ya que entre esos 125 congresistas abundaban las caras jóvenes, caras que suponen el futuro de esta disciplina.

El lema del congreso, la innovación rural y agraria frente a la crisis es, al margen de una mejor o peor sonoridad, una descripción bastante realista de la situación. Las exportaciones de alimentos españoles han aumentado de manera sustancial en los últimos años, poniendo de manifiesto que el conjunto del sector (o una parte importante del mismo) es capaz de activar fuentes de competitividad y ponerlas e valor en los mercados internacionales. Y, eso, lo mires como lo mires, es también innovar.

Entre los asuntos que han centrado las sesiones han estado, por supuesto, la innovación, resaltando la mesa redonda final con la presencia de productores primarios, a través de Cooperativas Agroalimentarias, de la industria, con FIAB e Indulleida, la distribución (Caprabo) y las semillas (Fitó). A pesar de las diversas perspectivas todos coincidían en la importancia de la innovación para la competitividad en el corto plazos en la investigación como base para mantenerla a largo plazo. Sin embargo, han salido a relucir las dificultades que tradicionalmente se achacan al tejido productivo español en este campo: escasa dimensión empresarial, dificultades de financiación y desconexión entre los sistemas de creación del conocimiento y las empresas, aunque reconocían que la crisis estaba sirviendo para cambiar esto último.

Otro de los aspectos que han marcado el congreso ha sido la ampliación del modelo de la triple hélice con la inclusión de un cuarto elemento: la sociedad, que sirve de sustento y proporciona los sistemas de alimentación (en términos de capital humano, financiero y sistema de valores) del resto de hélices. Y, enlazando con esto, me han gustado especialmente algunos trabajos que desde la sociología y el marketing han analizado las motivaciones de los consumidores para introducir nuevos alimentos en su dieta. Intuyo qué este es un campo que seguirá creciendo, en línea con las nuevas tendencias en neuromarketing.

Al margen de este aspecto central, he visto en este congreso el desparpajo de los jóvenes, que se atreven con métodos que aprovechan las nuevas tecnologías como herramientas principales de la investigación o como sujetos de esa misma investigación. Es ese sentido han ido los premios a los investigadores noveles.

Han sido tres días intensos, en los que se ha producido también el relevo en la cúpula de la Asociación. Mercedes Sánchez, de cuya junta directiva he sido miembro unos 4 años ha pasado el testigo a Raúl Compés y Tomás García Azcárate, a los que les deseo la mayor de las fortunas desde estas líneas.


Desde hace unos días están disponibles en una vistosa web los resultados del Observatorio ABACO (Actividades Basadas en el Conocimiento). Y como uno es de natural curiosón, no he podido dejar de repasar todos los gráficos que en dicha web se publican.

En realidad, hay cosas que todos conocemos o que pensamos que son así porque van a favor de lo que denominamos normalmente sentido cómún. Así, como era de esperar, el primario es el sector que a más gentes sin estudios incorpora (un 33%):

Otro de los datos que se dan por supuestos es que el agro es uno de los sectores que menos conocimiento incorpora en su proceso de producción (para el lector atento: sí, el conocimiento es la materia prima de la economía del conocimiento, esa en la que supuestamente los países occidentales llevamos cierta ventaja y en la que se calcula que estará la mayor incorporación de valor en el futuro inmediato). Nótese también que algunos de nuestros principales sectores productivos aparecen en la parte baja del gráfico (que el lector atento saque sus propias conclusiones al respecto).

Comienzo con las sorpresas. Primero, una poco evidente, y es que en la agricultura española la incorporación de conocimiento al proceso proviene en exclusiva de las personas, sobre todo de las de cualificación media, y muy poco de la maquinaria no TIC. Si tenemos en cuenta que éste es un sector (el de las TIC) que está revolucionando todos los ámbitos con los que interactúa, nos daremos cuenta de todo lo que nos queda por caminar en este sector.

Otra curiosidad, nuestra producción de "conocimiento" interpretado éste como la producción de personal de elevada capacitación (que ya hemos visto que son el elemento de incorporación de valor basado en el conocimiento en el agro) es en España de las mayores del mundo, en niveles muy similares a los de Italia o Alemania, sí ha leído usted bien, Alemania...

Otra sorpresa: aunque el sector primario es el que tiene una productividad menor dentro del tejido económico nacional, ha sido el que mejor comportamiento ha mostrado en los últimos años. Si tenemos en cuenta esto y que parece que hay una buena base de personal cualificado (en cantidad, al menos), las vías para seguir aumentando esa productividad deben venir por una mayor incorporación de conocimiento en los procesos, y no sólo desde el lado de las personas (que también), sino también desde el lado de la tecnología que ha mostrado un mejor comportamiento a la hora de incentivar el crecimiento de los sectores (como son las TICs). Es obvio que es más fácil decirlo que hacerlo, pero no es menos cierto que una de las materias primas que este proceso requiere es muy abundante en España: la imaginación.