Es evidente que la crisis ha producido algunos cambios de diversa intensidad en el comportamiento de los consumidores. Muchos de ellos, además, pueden verse ya en los gráficos representativos (casi todos ellos sacados del panel de consumo alimentario). Pero, para ser sistemáticos, utilicemos el método de Jack el Destripador (vayamos por partes):
1. Cada vez se consumen menos alimentos fuera del hogar. El aumento de la incertidumbre sobre las familias, el avance del desempleo y la menor renta disponible de amplias capas de la sociedad, están recuperando comportamientos más conservadores en lo que a gasto alimentario se refiere. Es por eso que no sólo se ha reducido el importe medio de cada consumición fuera de casa (-1,2%), sino que también el número de visitas a los establecimientos ha mermado de forma considerable (Tabla 1 y Gráfico 1).
Gráfico 1. Variación del consumo alimentario extrahogareño: gasto, número de visitas y ticket medio.
Fuente: MAGRAMA
2. Otro cambio considerable es el que se ha registrado en los motivos para la elección de un lugar de compra (Gráfico 2). Hasta 2008, la calidad de los productos se había situado como el principal criterio de selección, puesto que mantuvo hasta este 2012, 4º año de la crisis, en el que baja hasta el segundo puesto, relevado por los buenos precios (aparte de ofertas), que ha crecido de forma consistente desde el mismo 2008. Asimismo, la motivación derivada de la cercanía al lugar de compra se ha reducido, aunque en 2012 parece que ha roto con la tendencia que arrastraba desde el comienzo de la serie.
Gráfico 2. Evolución de los tres principales motivos de elección del lugar de compra
Fuente: MAGRAMA
3. Siguiendo con las modificaciones habidas en el consumo de las familias, en lo que respecta a la distribución del gasto entre las diferentes familias de productos, no ha habido grandes modificaciones en lo que se refiere a alimentos. Frutas y hortalizas aumentan su peso en la cesta, aunque es una tendencia que procede desde antes de la crisis (Gráfico 3), de la misma forma que sucede con las carnes y el pescado. El capítulo de pan y cereales sí que se ha visto afectado, ya que antes de 2008 mostraba un perfil ascendente que se truncó claramente a partir de 2009.
Gráfico 3. Evolución de la composición del gasto de alimentos en el hogar
Fuente: Panel de Consumo Alimentario.
El cambio en la composición del gasto en bebidas ha sido bastante más intenso. El apartado de Café/té/cacao ha aumentado fuertemente su peso, influenciado por el despegue del gasto en café. En este sentido, aparte del aumento de consumo per cápita, cabe apuntarse el cambio acaecido en las formas de consumo, con un aumento importante del formato de cápsulas o dosis individuales, que ha permitido incrementar el precio unitario de esta sustancia. Por otro lado, los vinos han perdido claramente peso a lo largo de la crisis, lo que se explica por un fuerte recorte en el consumo de los vinos más caros, es decir, los de denominaciones de origen y calificaciones protegidas. Finalmente, el descenso en el consumo de refrescos y, sobre todo, zumos ha estado detrás de la pérdida de peso del capítulo de agua mineral y refrescos que puede verse en el Gráfico 4.
Gráfico 4. Evolución de la composición del gasto en bebidas en el hogar
Fuente: Panel de Consumo Alimentario.
4. La preferencia por el precio ha tenido un fuerte impacto sobre el consumo de marcas del distribuidor, que han sufrido un importante impulso a lo largo de estos años de crisis, acelando una tendencia que ya venía de lejos (Gráfico 5).
Gráfico 5. Participación en valor de la marca de la distribución
Fuente: AC Nielsen
Como resumen, cabe concluir que la prolongación de la situación de crisis está teniendo una amplia repercusión en el consumo de alimentos. Se ha trasladado una parte importante de este consumo desde la restauración y hostelería (desde el canal HORECA, en un sentido más amplio) hacia el hogar. Asimismo, el precio ha pasado a ser una de las variables más importantes a la hora de determinar la compra lo que, de paso, ha contribuido a una mayor expansión de las marcas del distribuidor, a pesar de la fidelidad mostrada por los consumidores españoles hacia las marcas de fabricante. Por otro lado, la mayor sensibilidad por el precio ha conducido a un mayor consuno de frutas y hortalizas, o a un trasvase de gasto en las carnes hacia la de ave.
Es posible que algunos de estos cambios reviertan a la situación anterior una vez superada la crisis, aunque es muy probable que algunos de ellos se conviertan desde ya en características estructurales del mercado. El tiempo dirá...
En las últimas semanas hemos podido leer que más de un 90% de los consumidores prefieren las marcas blancas (en realidad, hace mucho que dejaron de ser blancas y hoy son marcas del distribuidor, MDD). Los datos están obtenidos de un estudio de la consultora especializada en relaciones públicas Grayling. El estudio en cuestión no he sido capaz de encontrarlo en su web, y por los datos que aporta me dala impresión de que no se refieren a España (la última información de la que dispongo establece que la alimentación no es todavía el grupo de productos con mayor peso de la MDD. Así que, esta información hay queponerla un tanto en cuarentena. Es posible que se refiera a Reino Unido, o al conjunto de Europa. O a todo el mundo. Suponiendo que haya un universo muestral válido para dicho estudio, lo que nos viene a decir es que es posible que la MDD alcance una presencia en el mercado no ya minoritaria, sino claramente totalitaria.
Por otro lado, un reciente estudio de Kantar, esta vez si en España y con varios años de trayectoria en su haber, deja la cosa muy clara, la MDD aumenta en España a buen ritmo (espoleada por la crisis y el sesgo hacia el precio de las decisiones de compra de los consumidores), aunque no llega al 35% del valor:
Finalmente, hace unos días me llamó la atención una noticia (escueta) que afirmaba que . El consumidor híbrido sería aquel que en la mayor parte de sus compras de alimentación opta por el precio, aunque en determinados productos, relevantes por cuestiones emocionales o de cualquier índole para él, opta por productos de la gama alta. A priori me pareció un eufemismo, ese tipo de comportamiento es el de capricho de toda la vida: como lo era el consumo de carne de ternera en la España de los 50. Sin embargo, no hay que menospreciar el concepto tan rápido. Debe hacer más de una década desde que leí (lo siento, no recuerdo dónde) que en Estados Unidos se estaba produciendo un claro distanciamiento entre los consumidores. Los de alto poder adquisitivo y los de menor poder adquisitivo eran los segmentos que más crecían en aquel país en las décadas de los 80 y 90 y, de ahí, el éxito de cadenas de distribución orientadas al precio como era Wallmart. ¿Podemos asumir que nos está pasando algo así?
Al menos a corto plazo y en España, el aumento del paro ha sido tan rápido y el número de familias sin ingresos del trabajo se ha multiplicado tanto que la clase media se ha visto laminada y reducida (por el lado de los ingresos salariales y sociales, ante los recortes registrados en determinados servicios públicos). Los nuevos miembros de las clases más humildes, y los que aún se sostienen en la reducida clase media, se han visto empujados, por obligación o por precaución a alterar sus patrones de consumo, de forma que el precio se ha convertido en una de las principales variables a tener en cuenta, incluso en la alimentación.
Aún así, a pesar de que la apariencia señala hacia una preferencia por los precios bajos y por la búsqueda de las marcas del distribuidor, aún una parte importante de los mismos se fija en el fabricante (incluso en la MDD) como referente de calidad.
Es por ello que me atrevo a sostener que más que un consumidor híbrido, lo que tenemos es un consumidor con menor poder adquisitivo, o con demasiada incertidumbre por su futuro y que se comporta, por tanto, de forma pragmática: consume a precios bajos, aunque siempre mirando de reojo la calidad y mantiene en su cesta de la compra aquellos productos que le reportan un valor añadido personal más elevado.