Este artículo se corresponde con las conclusiones de uno de los últimos libros elaborados por el Servicio de Estudios Agroalimentarios de Cajamar Caja Rural. Por tanto, la autoría se reparte entre Ana Cabrera, Roberto García y el que normalmente suscribe este Blog. Si el lector desea profundizar, el libro está disponible para descarga AQUÏ.

El sector agroalimentario juega un papel muy importante en la sociedad andaluza, tanto desde el punto de vista económico, como social y territorial. El valor añadido bruto generado por las actividades agrarias y agroindustriales supera los 9.400 millones de euros, y da empleo a unas 270.000 personas. Además presenta un saldo exterior muy favorable, con un superávit comercial de más de 4.000 millones de euros.

Andalucía es la primera región agraria de España, aportando casi el 24 % del total nacional, sin embargo, su peso en la industria de alimentación y bebidas se reduce hasta el 13 %, situándose a una considerable distancia de Cataluña. En este sentido, la incorporación de valor añadido a las producciones agrarias de la región sigue siendo el gran reto regional.

En Europa, las cooperativas juegan un papel fundamental en el sector agroalimentario, con una notable participación en el mercado para la mayoría de los sectores y países de la Unión. Ahora bien, si se compara la situación del cooperativismo agrario español con el resto de países del continente, se observa que los ratios económicos (facturación media por cooperativa y socio) en nuestro país son sensiblemente inferiores a la media europea, aunque el número de socios por cooperativa sea mayor en España.

Obtener una mayor dimensión se ha vuelto prioritario para abordar procesos de transformación de los productos agrarios, alcanzar economías de escala, mejorar el poder de negociación en la cadena de suministro e iniciar procesos de internacionalización o de I+D+i. La forma de hacerlo es muy variada: fusiones, adquisiciones, integraciones en estructuras de superior grado, o simplemente con alianzas comerciales. Para alcanzar unos niveles adecuados de competitividad se está produciendo también un cambio en el enfoque empresarial, estando más  centrado en el mercado.

En Andalucía las cooperativas agrarias son más pequeñas que la media nacional, aunque 3 de las 10 que más facturan en España son andaluzas. El sector ha experimentado una notable mejora en la última década, encontrándonos hoy con empresas más modernas y adaptadas a la situación de mercado. No obstante, aún han de hacer frente a retos relacionados con un mayor crecimiento empresarial, con la mayor incorporación de valor y con la internacionalización.

La industria agroalimentaria ha mantenido en Europa un peso muy relevante, tanto en el conjunto de la Unión como en cada uno de sus estados miembros. En 2011 suponía el 12,3 % del total de las manufacturas aunque en algunas de las principales economías, como Reino Unido, Francia, España o los Países Bajos, el porcentaje era notablemente superior. Concretamente, en el caso de España del 18 %. Es también la rama industrial que más trabajo genera (algo más de 4,2 millones de empleos) y que más valor añadido aporta con 204.000 millones de euros (el 12,8 % del total de las manufacturas) aunque está por debajo de la media en lo que a productividad se refiere.

La industria de los alimentos ha pasado en las últimas décadas de comandar la cadena de valor a ver cómo la distribución moderna le superaba, lo que ha exacerbado las tensiones favorables a la globalización y el crecimiento corporativo.

En España se está produciendo una intensa reducción del número de empresas de la industria alimentaria y un aumento de la dimensión media de las mismas, aunque aún siguen siendo muchas. De hecho, España es el país de la Unión con mayor número de empresas en este sector: en torno a 30.000, pero sólo somos el tercero en cuanto a generación de valor añadido. La clave es la productividad, que en nuestro caso apenas es superior a la media de la Unión y está muy por debajo de países como Bélgica, Irlanda, Países Bajos o Reino Unido.

Las particularidades de Andalucía en el campo industrial vienen definidas por las especializaciones agrarias de la Comunidad. Así, en términos de facturación el principal subsector de la misma es el de aceites y grasas, que en 2011 ingresó 4.689 millones de euros.

La Distribución Moderna se caracteriza por aprovechar las diversas ventajas que le proporciona el profundo conocimiento del comportamiento y los gustos de los consumidores, su volumen de compras, la utilización intensiva de tecnologías de la información y los mecanismos que la Globalización ha puesto a su alcance. Así, muchas de estas empresas son grandes multinacionales multiformato, combinando la gran superficie clásica, el discount, los supermercados y las tiendas de conveniencia. No obstante, en varios países existen también “campeones nacionales” que aprovechan una mayor cercanía y conocimiento del mercado local para competir con las cadenas globales, tal y como sucede con Mercadona o Eroski en España.

Ha sido este el segmento de la cadena que se ha comportado de forma más exitosa. Desde el punto de vista del consumidor han producido numerosas ganancias de bienestar (mayor disponibilidad de producto a un precio menor, horarios adaptados, disponibilidad de aparcamientos, etc.).

Como se ha señalado, la irrupción de esta moderna distribución ha supuesto un cambio importante en el status quo de la cadena, con algunas características que seguramente se prolongarán durante los próximos años: reducción del número de empresas y diversificación en términos de formatos comerciales y de mercados nacionales, concentración creciente de las ventas, fuerte presencia de la marca del distribuidor (MDD), e intensificación de las estrategias de conocimiento del consumidor. Por otro lado, la creciente globalización de las cadenas de suministro y la propia competencia del mercado están dando lugar a nuevas formas de competición en la que los miembros de una cadena de suministros cooperan entre sí para enfrentarse a cadenas alternativas.

En España, el formato comercial que más éxito ha cosechado es el de los supermercados, que en 2011 tenían una cuota de mercado del 42%, casi 11 puntos porcentuales más que 10 años antes.

Entre los cambios más importantes habidos en la sociedad occidental y que tienen una clara influencia sobre la forma en la que se compran y consumen los alimentos, podemos señalar los siguientes: la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, el incremento de la población inmigrante, el envejecimiento de la población, la disminución del tamaño de los hogares, la concentración de la población en las zonas urbanas, y la disminución del porcentaje de los ingresos dedicado a la alimentación. También hay que resaltar la mayor sensibilidad de la demanda hacia la variable precio, lo que ha favorecido sobremanera la expansión de la MDD.

En 2012 los españoles gastamos 100.000 millones de euros en alimentos. De esa cantidad, dos tercios correspondieron al consumo en el hogar y el tercio restante fue consumo extradoméstico, frenándose la tendencia de crecimiento de este último.

Respecto a la evolución de las exportaciones de alimentos en Andalucía, esta ha sido muy favorable, con incrementos de entre el 6 y el 12 por ciento en los tres últimos ejercicios. El saldo de la balanza comercial ha sido positivo en más de 4.000 millones de euros y se ha logrado alcanzar una tasa de cobertura del 252 %. La participación de la agroalimentación andaluza en las exportaciones españolas fue en 2012 del 20 %, superando los 6.900 millones de euros. Las hortalizas frescas, los aceites y las frutas frescas representan el 71,5 % de los alimentos exportados en Andalucía.

En un momento en el que se está negociando la reforma de la PAC hay que resaltar la importancia que la misma tiene para la Comunidad. Durante los últimos años los ingresos recibidos desde Europa por este concepto han sido de 1.900 millones de euros anuales, distribuidos entre más de 275.000 beneficiarios, lo que supone un ingreso medio por perceptor de ayudas de 6.000 euros, cifra ligeramente inferior a la media nacional (6.364 euros). Territorialmente, las ayudas se concentran en las provincias de Jaén y Sevilla, que representan la mitad de los subsidios. También resalta el escaso peso de las dos provincias con mayor orientación hortofrutícola como son Huelva y Almería.

Respecto al proceso de integración cooperativa en España, hay que señalar que comenzó de forma más tardía que en Europa y que aún queda un largo camino para considerarlo terminado. Cabe destacar que, en muchos de los países que han experimentado procesos de concentración cooperativa más intensos, la intervención pública ha sido muy reducida. En algunos de ellos ni siquiera existen leyes específicas de cooperativas. En el mismo sentido, los respectivos organismos de la competencia tampoco han entorpecido un proceso que ha dado lugar, en algunos casos, a empresas que pueden controlar más del 60 % de la cuota de mercado para determinados productos.

Por otro lado, el marcado carácter profesional y empresarial de los socios que integran las cooperativas del centro y norte de Europa y que tienen muy presentes en la toma de decisiones que afectan a su explotación y a su cooperativa la eficiencia y la rentabilidad han sido factores claves para llegar a la situación actual de elevada concentración del sector cooperativo en esos países. Los aspectos emotivos y territoriales no han supuesto un freno para la integración de cooperativas.

En cualquier caso, en estos últimos años se ha intensificado notablemente el debate sobre este asunto en España y, aunque de manera muy lenta, ya se han empezado a dar los primeros pasos con algunos proyectos de fusión que están dando lugar a empresas más grandes, con mayor vocación comercial, que prestan mejores servicios a sus socios y que les proporcionan un mayor valor añadido.

Este incipiente proceso, junto a la continua profesionalización de los agricultores y la mayor dimensión de sus explotaciones, puede provocar una aceleración del movimiento de integración a corto y medio plazo. Porque, cada vez más, los socios de las cooperativas españolas y andaluzas también tendrán en cuenta en sus decisiones los criterios económicos frente a la discusión sobre dónde se situará la sede social o quién será el presidente o consejero de la entidad resultante.

En resumen, aunque de forma tardía, el proceso de integración coooperativa en Andalucía y España ha comenzado, siendo la búsqueda de mayores utilidades para los socios, la satisfacción de las demandas de los consumidores y la profesionalización de los primeros eslabones de la cadena los objetivos a conseguir en el corto y medio plazo.

 

Lo que sigue es un estracto del artículo que se ha publicado por Cajamar, dentro de su colección de sostenibilidad: "La sostenibilidad de la agricultura española" y que puede descargarse completo AQUÍ.

El paradigma reinante hasta no hace demasiado tiempo juzgaba a la naturaleza como un elemento pasivo del proceso económico, tan sólo se concebía como un ente prácticamente inerte del que obtener recursos y en el que depositar los residuos resultado de los procesos de producción, distribución y consumo. Sin embargo, el paulatino deterioro de los ecosistemas y los cada vez más perceptibles efectos del cambio climático, han provocado que la economía comience a mirar a la naturaleza como algo más que una variable estática. El foco sobre el mercado, que ha caracterizado el pensamiento económico con más o menos intensidad desde Adam Smith, está trasladándose levemente hacia otros aspectos. Si bien es cierto que este foco mantiene diferentes grados de acercamiento, que van desde la economía ambiental, en la que los intentos se concentran en incorporar la naturaleza al mercado, calculando valores y asignando precios a los servicios ambientales; hasta la bioeconomía en la que se plantea una incorporación de los procesos sociales y económicos a los ecosistemas.

En cualquier caso, lo que está quedando claramente de manifiesto desde cualquiera de las aproximaciones que estamos llevando a cabo es que la naturaleza es mucho más compleja de lo que los economistas solíamos reconocer, y que sus procesos se nos tienden a perder detrás de las series históricas de datos y los modelos econométricos con los que nos sentimos reconfortados, y en los que nuestra ciencia busca asimilarse a la física de los desarrollos matemáticos: elegante, aséptica y objetiva. Tendemos a olvidar que cualquier modelo es, por definición, una simplificación de la realidad y que, en ocasiones, esa simplificación no incorpora procesos importantes en el largo plazo, porque simplemente nos resulten desconocidos o porque sus efectos no se dejen ver sino en períodos de tiempo geológico.

Como acabamos de comentar, afortunadamente hoy la idea dominante comienza a ser la del proceso sistémico, en el que caben establecerse relaciones entre los ámbitos económico, social y medioambiental a diversos niveles, y en el que existen procesos de retroalimentación o umbrales de tolerancia que, una vez traspasados, modifican las condiciones de un nuevo equilibrio, o marcan el inicio de procesos de imposible control. En este sentido, el desarrollo de la dinámica de sistemas y una creciente comprensión de los procesos naturales, están impactando en la economía, en cuya literatura ya es posible encontrar conceptos como umbral, capacidad de carga, inercia o resiliencia, los primeros provenientes de la ciencia ecológica y el último de la psicología. No obstante, la visión preponderante aún mantiene una perspectiva prometeica del papel del ser humano en la naturaleza y cae en la trampa dialéctica de considerar a la tecnología como la solución de cualquier problema que pudiera surgir en el futuro. Es obvio que el papel de la tecnología para, por ejemplo, haber evitado de momento una crisis malthusiana ha sido primordial, pero también es cierto que la complejidad de los problemas a los que nos enfrentamos como especie para nuestra supervivencia se complican a la vez que se van haciendo globales y que las inercias y los cambios en los ecosistemas pueden tener consecuencias impredecibles o, lo que es peor, fuera del alcance tanto en forma como en tiempo de nuestros conocimientos.

Es posible que las anteriores líneas tengan un tono melancólico, demasiado parecido a la resignación, pero nada más lejos. El primer paso para resolver un problema es ser consciente del mismo. Y, tanto desde el punto de vista de la política como desde el de la ciencia económica, se es cada vez más consciente de nuestra continua aproximación a la capacidad de carga de nuestro ecosistema Tierra (Gaia), y nos estamos armando con un creciente arsenal de ideas y herramientas que deben contribuir a la resolución de este aparente nudo gordiano de la elección entre crecimiento y desarrollo.

Y la primera idea con la que contamos en precisamente con una que, como demostración de la esquizofrenia que nos produce situarnos ante la existencia de un límite material, es un oxímoron: el desarrollo sostenible. Entendido como lo hacen la mayor parte de los autores, este concepto pone el énfasis en la solidaridad intergeneracional, enfrentándose abiertamente con la idea tan humana de la preferencia por la liquidez. Nótese que mientras el primero nos anima a tener en cuenta las necesidades de las generaciones futuras, el segundo tiende a minusvalorarlas a favor de las actuales (las que toman la decisión).

El papel protagonista de la agricultura en la posible ecuación de un nuevo equilibrio es evidente. No sólo se trata del sector que provee el alimento a la población, sino que con el tiempo se le han ido asignando nuevas responsabilidades, como el mantenimiento de los ecosistemas agrarios y de los servicios públicos que estos procuran, y que es uno de los sectores que mayor impacto tienen sobre el medio ambiente (no en vano es uno de los principales motores del cambio en los suelos del planeta, o el principal consumidor de agua dulce). La agricultura por tanto, estará a buen seguro a ambos lados de la igualdad, siendo a la vez parte del problema y de la solución. Como señalan desde un principio Reig y Gómez-Limón en estas mismas páginas, el sector agrario se enfrenta a un triple desafío: “debe responder al rápido crecimiento de la demanda de alimentos, debe hacerlo de tal forma que asegure una continua reducción de la parte de la población mundial que padece subnutrición, y además debe crecer sin dañar la base de recursos naturales sobre la que se sustenta su capacidad de producción futura”.

Los planteamientos agrarios también han ido modificándose con el tiempo. Desde una perspectiva muy productivista, hija de la revolución verde, hemos pasado a un momento actual en el que la preocupación por la contaminación y la propia sostenibilidad en el tiempo de los cultivos nos están acercando a manejos integrados, mucho más biomiméticos que los anteriores. La agricultura se está convirtiendo también en uno de los campos en los que las innovaciones biotecnológicas están llamadas a tener un mayor impacto. La secuenciación de los genomas de la mayoría de las especies ganaderas y vegetales aprovechadas por la humanidad está ya finalizada o en proceso. Simplemente el acortamiento y abaratamiento de los procesos de mejora que eso supone es ya una pequeña revolución, puesto que posibilita un acelerado ajuste entre los cambios futuros en los gustos de la demanda y la oferta. Sin embargo, la entrada del agro en territorios de frontera tiene también efectos secundarios, como son el conflicto generado alrededor de los organismos genéticamente modificados y las consecuencias ambientales, sociales y jurídicas que tiene el uso de los mismos. Un conflicto que se adereza con un agudo proceso de concentración empresarial en el sector de las semillas y los agroquímicos. Esta situación incidirá negativamente, con toda seguridad, en debate y en la adopción de

La historia es un proceso en continua construcción. Las decisiones de esta generación configurarán en gran medida las posibilidades de bienestar y desarrollo de la próxima. Nuestro poder de influencia sobre el entorno natural nunca había sido tan grande (y es muy posible que siga creciendo en las próximas décadas), por lo que desde el punto de vista de la ética, deberíamos encauzar nuestra senda hacia la sostenibilidad, que es lo mismo que decir, hacia la supervivencia como especie).

 

Cajamar ha publicado hace pocos días un nuevo estudio de su colección Informes y Monografías, dedicado en esta ocasión a realizar un balance del sector agroalimentario durante 2012. Por supuesto, dicho libro está a la disposición de quién lo desee o tenga curiosidad a través de su web.

En dicho trabajo se hace un repaso de las principales cifras de la agricultura, de la ganadería y de la industria de la alimentación y bebidas, intentando poner en conexión estos números con los comportamientos de precios, costes y empleo, y enmarcando el conjunto en el entorno económico internacional y nacional en el que se desarrolló el ejercicio. Son apenas 50 páginas, plagadas de gráficos y tablas que, la mayor parte de las veces hablan por sí mismos. Además, se incluye un primer capítulo a modo de informe ejecutivo en el que el lector podrá hacerse una idea muy aproximada de lo sucedido durante el ejercicio de 2012  en los distintos subsectores.

Es la voluntad del Servicio de Estudios Agroalimentarios de Cajamar lanzar cada año este resumen en el primer cuatrimestre del ejercicio y, en próximas ediciones, se irán refinando tanto el esquema general de la obra, como las fuentes estadísticas del mismo, con la intención de que se convierta en una herramienta básica de trabajo para el sector.

En los comentarios podéis ir poniendo qué os parece, y qué debemos hacer pata mejorarlo. Desde ya, os damos (os doy) las gracias por vuestras aportaciones.