The Times they are a changin’, cantaba Bob Dylan a finales de los 70, y hoy su canción se sigue haciendo realidad cuando hablamos de la agricultura invernada del sureste español. En realidad nunca han dejado de cambiar, ya que una de las claves del éxito de esta actividad ha sido la flexibilidad y diligencia mostrada en la gestión de los cambios: de la demanda de los consumidores, de las tecnologías y sistemas de producción, de las generaciones de agricultores, etc.

A día de hoy, los factores que caracterizan la situación podrían ser, de manera muy simplificada, los siguientes:

  • Europa sigue siendo nuestro principal mercado internacional pero es donde quiere vender todo el mundo. El viejo continente cuenta con una población de elevado poder adquisitivo pero bajo potencial demográfico. Es decir, es un mercado maduro, en el que no podemos esperar a corto plazo grandes crecimientos de la demanda, pero sí cambios en la misma, hacia alimentos más saludables, más sencillos de consumir y más relacionados con la idea de dieta mediterránea.
  • Tijera de costes y precios reales: los primeros al alza, los segundos a la baja. Se suele explicar que la reducción de los precios de los alimentos viene provocada por una demanda bastante inelástica (baja reacción de la cantidad demandada ante cambios en los precios), oferta creciente (que presiona los precios a la baja) y la escasa diferenciación de los productos. Las estrategias que se siguieron inicialmente en Almería para escapar de esta trampa de precios a la baja y costes al alza tenían que ver con el adelanto de calendarios buscando mejores precios y la mejora de la productividad, que redundaba en menores costes medios. El problema es que este esquema hace tiempo que ya no es posible, ya que se ha extendido al máximo el calendario de producción y ulteriores adelantos no redundarían en mejores cotizaciones, sino en una mayor concurrencia de productos en los mercados. La única vía que queda es la de la mejora de la productividad (los rendimientos), pero dicha vía reduce costes a la vez que aumenta la producción, generando un efecto de acumulación de oferta que no ayuda al mantenimiento de los precios. El otro camino que se ha seguido es el del aumento de la superficie por explotación, lo que ha permitido mantener los ingresos por unidad de superficie durante un cierto tiempo.
  • Cadena de valor desequilibrada. Los factores sociales, económicos y demográficos han llevado al triunfo de la gran distribución. Una parte importante y creciente de los alimentos llega a los consumidores a través de sus canales comerciales. El desequilibrio al que nos referimos viene provocado por la enorme dimensión que esta tipología de agente ha alcanzado, llegando a imponer sus condiciones de compra de forma incluso implacable en diversos mercados, entre los que se encuentra el español.
  • Una coyuntura económica no demasiado favorable en nuestro mercado externo tradicional, la Unión Europea, cuyos fundamentales están deteriorándose desde el verano pasado y no parecen augurar una mayor alegría de su demanda, más probablemente implicará un aumento de la presión a la baja de los precios.

¿Qué se está haciendo desde el sector para enfrentar este escenario? Quisiera volver al título del artículo por un momento. ¿Se han dado cuenta de que he preguntado qué se está haciendo y no qué se puede hacer? En esto los tiempos están cambiando también, el sector se está moviendo claramente en las líneas teóricas de salida, sin esperar al último minuto. Aparte de lo ya mencionado, hemos comenzado a darnos cuenta de que podemos obtener unos mejores precios si somos capaces de diferenciar nuestros productos. Al contrario de lo que se creía (y se decía) en los años 80 o primeros 90, las empresas comercializadoras han comenzado a invertir en marca, superando el miedo al producto perecedero. Desgraciadamente el problema del desequilibrio de la cadena menoscaba muchos de esos esfuerzos; pero incluso en este terreno también las cosas están cambiando.

Todos los lectores de estas líneas podrían citar de memoria uno o dos casos de concentración corporativa en los últimos cinco años. Estos movimientos han provocado que, a pesar de que el número de agentes no se haya reducido significativamente, sí que se hayan engrosado las cifras de facturación de las primeras. Además, la concentración no solo se está produciendo por estas operaciones, sino que los agricultores están comenzando a “votar con los pies”. El resultado es que, por ejemplo, en la pasada campaña almeriense (la principal zona de hortñicolas invernados) las cinco primeras empresas comercializaban el 34 % del total provincial de frutas y hortalizas.

Obviamente, no todo es dimensión. Los mercados siempre tienen rincones en los que los especialistas pueden satisfacer unas demandas específicas. Hoy en Almería tenemos explotaciones muy especializadas en esas “especialidades” (perdonen la redundancia). También tenemos empresas que han avanzado en los eslabones de la cadena y han ampliado su gama de productos, incorporando innovación y obteniendo un mayor valor por ello.

Estamos en un sector que está hoy, como dicen los modernos, on fire, con movimientos en todos los aspectos de la explotación, con la entrada de nuevos agentes, con abundante capital (y barato) y con las ideas muy claras. El próximo reto está a la vuelta de la esquina, y tendrá que ver con las nuevas exigencias de los consumidores, o con la tecnología (que se ha empeñado en rodearnos por tierra, mar y aire), o con las normativas legales. Da igual. The Times they are a changin’ pero esta vez nosotros tenemos la actitud apropiada.

Eso es lo que dicen casi todos los resúmenes. La campaña 2012/2013 marcó nuevos máximos en lo que se refiere a superficie, volumen de producción, valor y exportaciones. La coyuntura estuvo con el campo almeriense; tras un comienzo que parecía poco prometedor, a partir de noviembre las condiciones climáticas cambiaron en Europa y las producciones almerienses comenzaron un rally que se prolongó por lo crudo del clima en el continente y que nos ha llenado de satisfacción, puesto que ha supuesto un cambio en las expectativas de los agentes y un vergel de brotes verdes para la economía provincial.

Sin embargo, los dos años “buenos” consecutivos no nos pueden ocultar las debilidades de las que adolece nuestro sistema. La primera de ellas, la que más evidente resulta y a la que más espacio se le suele dedicar, es la falta de una dimensión adecuada para afrontar los mercados en condiciones de igualdad con nuestra demanda, que es fundamentalmente la Gran Distribución. El crecimiento es la vía de supervivencia que han seguido multitud de cooperativas europeas cuando en sus países comenzó a producirse la concentración de la demanda. En España esa situación todavía es relativamente reciente y relativamente pequeña. Sin embargo, la crisis y el aumento de la competencia en el sector de la distribución minorista va a repercutir, casi con toda seguridad, en un aumento de la presión aguas arriba de la cadena y en una mayor concentración del poder de mercado –en la medida en la que se vayan quedando por el camino nuevos competidores o se concentren los ya existentes–.

La cuestión de la dimensión, por otro lado, está fuertemente correlacionada con aspectos tales como la mejora de la financiación, la internacionalización (más allá de la mera exportación), el I+D, la selección y retención de personal especializado y, por supuesto, la obtención de economías de escala. En Almería se ha venido produciendo esta concentración de la oferta de forma muy lenta. Y lo ha hecho a través de dos mecanismos: la concentración de empresas comercializadoras, que es la vía más rápida; y la selección de los propios agricultores, que poco a poco están optando por llevar sus producciones a las organizaciones más grandes (y que les ofrecen más servicios). En este sentido se ha cambiado bastante desde aquel primer análisis de la concentración que realizó la extinta FIAPA en 1989, aunque posiblemente no se haya avanzado tanto como hubiera sido deseable, ya que en este tiempo, la situación por el lado de la demanda se ha transformado en España de forma radical.

La segunda debilidad, posiblemente la más preocupante a largo plazo, es la escasa incorporación de valor que aportamos a nuestras producciones. Es cierto que nuestro sistema está especializado en la producción y venta de producto en fresco de alto precio individual (derivado de la contraestacionalidad y de la elevada calidad del mismo). Sin embargo, estas condiciones son relativamente accesibles para competidores terceros que apetecen acceder al suculento mercado europeo (uno de los más protegidos del mundo y de los de mayor poder adquisitivo). Si Almería continúa haciendo lo mismo que hasta ahora, es sólo cuestión de tiempo que surja un productor eficiente que nos reste cuota de mercado. Nuevamente es interesante valorar lo que ha ocurrido en otros mercados agroalimentarios que van adelantados sobre nosotros. Las comercializadoras han entrado en la producción de bienes de elevado valor añadido (a través del I+D y de la industrialización). Por supuesto no han dejado de obtener sus producciones tradicionales, pero las han complementado con otras, tales como aromas, componentes alimenticios básicos, compuestos para la farmacopea, etc. En nuestro caso, la IV y V gama parecen los primeros pasos más evidentes, aunque asumirlos supone la adquisición de una nueva batería de conocimientos y de inversiones que no todas las empresas están hoy en condiciones de asumir.

Finalmente, que no por último, nuestras producciones adolecen de demasiada uniformidad. Posiblemente esté relacionado con la dimensión y con la estructura actual de los mercados, pero muy pocas de nuestras producciones llegan al consumidor con una marca reconocible por éste. El frente del marketing, que no sólo es marca, no lo hemos desarrollado adecuadamente, al menos hasta el momento. Llamar la atención del consumidor, convencerle de que nuestro producto es mejor (y objetivamente suele serlo) y posicionarnos en su mente para que primero busque nuestra marca es uno de los retos más apasionantes a los que se enfrenta nuestro sector. Por supuesto, esto implica también la posibilidad de segmentar la demanda, por ejemplo, diversificando las presentaciones en función del público final: niños, adultos que almuerzan en el trabajo, hospitales y residencias asistidas, etc. Y no se trata de un imposible, en nuestro campo ya hay empresas que están realizando experiencias muy prometedoras en este campo. Posiblemente en este terreno la inversión más importante a realizar sea la de la imaginación.

Como hemos comentado, estas tres debilidades no son las únicas, aunque posiblemente si sean las principales. Obviamente, Almería y España cuentan también con evidentes fortalezas, las cuales le han llevado a convertirse en “la despensa de Europa”. Pero el futuro ni replica automáticamente al presente, ni está escrito en las estrellas, sino que depende de nuestra visión, de las acciones que llevemos a cabo en el presente y de cuestiones que, lamentablemente, escaparán a nuestro control. La incertidumbre es parte de la materia prima con la que se construirá ese futuro; no dejemos que la complacencia de los éxitos pasados nos retrase, o que el miedo a lo desconocido nos paralice, y sigamos avanzando (acelerando) por la vía de la superación de nuestras limitaciones. Sólo así podremos seguir hablando de campañas récord por muchos más años.

Este artículo está escrito para el Blog vecino, Capeando el Temporal, en el que suelo tocar temás bastante eclépticos, que van de la economía a la literatura. Expo Agro-Almería ha sido una de las referencias mundiales de la horticultura bajo invernadero. Organizada por la Cámara de Comercio de Almería sirvió inicialmente para hacer de altavoz de la agriultura y luego como difusor de la tecnología aplicada en las explotaciones y en las empresas de comercialización (cooperatuvas, SAT y alhóndigas). A finales de la década de 2000 comenzaron los problemas, diagnosticados inicialmente como relacionados con la falta de protagonismo del producto. Sin embargo, las dos últimas ediciones pusieron de manifiesto que la feria se encontraba en franca decadencia y en este 2013 podría suceder que no se celebre... Y que ya no vuelva nunca más. En este artículo pretendo dar mi punto de vista al respecto, dado que me encuentro emocionalmente muy vinculado a la feria, por mi larga trayectoria de trabajo en la Cámara organizadora...

Desde hace unos meses los rumores sobre la Expo Agro-Almería no han cesado, siendo en estas últimas semanas cuando ha comenzado a plantearse su desaparición. Son numerosos los artículos de opinión al respecto y, aunque coincido con muchos de ellos, creo que le debo a la Cámara y a esta Feria un planteamiento claro y personal –no en vano estuve vinculado a esa institución durante más de una década–.

Hace un par de años, en abril de 2011, ya planteé mi punto de vista en un artículo publicado por Diario de Almería y en este mismo blog (véase aquí). En aquel entonces ya decía lo mismo que básicamente mantendré en esta entrada. Lo ha que sucedido entre entonces y ahora ha sido un empeoramiento de la situación económica general y de la feria hortofrutícola en particular. También ha transcurrido una edición, la de 2012, en la que el argumento principal para su comercialización fue la unidad del sector: en realidad se trató de una llamada de socorro a la desesperada y basada en la lástima. Y en un mercado nadie compra más de una vez un producto por lástima (salvo que sea Navidad): las compras se realizan cuando satisfacen una necesidad.

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