Como parte de mi labor profesional se cuenta el trabajo de repasar la producción editorial de Cajamar Caja Rural antes de darla a imprenta. Esto me obliga a leer cientos de páginas de temas que no siempre son los que más me interesan o me gustan. En el caso del libro que voy a referenciar, tengo que reconocer que me acerqué a su lectura con cierto temor, sus 700 páginas son bastante disuasorias. Mi idea inicial era realizar una lectura diagonal, buscando básicamente desajustes en el estilo y poco más. Sin embargo, en cuanto terminé la lectura del primer apartado del libro supe que mi plan no sería posible. Terminé emborrachándome con la obra completa y disfruté enormemente durante el proceso: aprendí mucho y muy variado.

Debo agradecer este viaje a la visión de los dos coordinadores de la obra, Raúl Compés y Juan Sebastián Castillo, que han sabido ordenar una larga colección de temas de enorme interés, tanto para el que no conoce el tema como, creo, para el profesional del sector. Se tratan una enorme cantidad de temas y aspectos del mismo, se habla de producto, de estrategia, de denominaciones de origen, de mercados, de comunicación, de nuevos países productores, de historia. Una estimable colección de ingredientes elaborados por una treintena de expertos que han dado como resultado un gran reserva que desde su lanzamiento en diciembre de 2014 acumula dos ediciones en papel y casi 1.000 descargas a través de Internet.

Aunque yo recomendaría la lectura completa del documento, los lectores impacientes o los que no disponen de tiempo o del interés por la amplitud de temas pueden dirigirse en primer lugar al epílogo, donde Rafael del Rey, director del Observatorio Español del Mercado del Vino), realiza un repaso general de los retos a los que se enfrenta el vino en España. El primero de esos retos sería recuperar parte del consumo perdido en el mercado nacional. Esta reducción del consumo no es exclusiva de España y se produce en los países productores tradicionales, aunque dentro de nuestras fronteras reviste mayor intensidad. Las causas son diversas, y van desde el cambio en los gustos de los consumidores hasta la legislación del tráfico, pasando obviamente por las consecuencias de la crisis económica. Afortunadamente para el sector, el consumo está creciendo en otros lugares del mundo, lo que implica que las exportaciones están siendo y serán una parte fundamental del negocio vitivinícola nacional. En este sentido, el conocimiento del consumidor (del nacional y del foráneo) se convierte en una variable fundamental para garantizar la rentabilidad y la viabilidad a largo plazo de las bodegas españolas. Los informes públicos de los que disponemos nos informan de algunas tendencias interesantes: la preferencia creciente por vinos más frescos, el conservadurismo del consumidor tradicional, la preocupación por los precios, nuevas fórmulas de comercialización…

Siguiendo con esta vía aparecería el reto de los nuevos mercados. Si ya resulta complicado tener éxito en el mercado nacional, caracterizado por una abundancia casi infinita de referencias; el acceso a nuevos mercados, en los que el consumo va en aumento y, por tanto, a los que acuden una gran cantidad de competidores del resto del mundo, se convierte en una misión cercana a lo imposible. Estos nuevos consumidores no tienen los prejuicios de los existentes en los mercados tradicionales y están mucho más abiertos a la innovación. España es uno de los principales exportadores de vino del mundo, aunque, por desgracia, nuestros precios medios están por debajo de los otros dos grandes productores tradicionales: Italia y Francia. En este frente el reto no es tanto vender más, como se señala en diversos capítulos del libro, sino hacerlo mejor, pasando de ser meros exportadores a estar internacionalizados. Y añadiendo más valor a nuestra producción.

Este es otro de los retos primordiales, el del valor. España es un gran vendedor de vinos mundial, pero somos incapaces de obtener por nuestros caldos el precio unitario que logran italianos o, sobre todo, franceses.  “España supone algo más del 9 % del total del comercio mundial de vino en valor y cerca del 20 % del total en volumen”, escribe del Rey en el epílogo, y la razón de la distancia entre estos dos porcentajes está en el peso diferencial que el vino a granel tiene para la cuenta exterior española. Debemos pues, intentar reducir el peso de esos graneles en nuestras exportaciones y aumentar progresivamente las de vinos envasados y espumosos que obtienen unos precios mayores.

Finalmente, el mundo del vino tiene por delante un reto común con el del conjunto de la economía española, el reto de la innovación. Aunque resulte paradójico que un sector tan vinculado con la tradición ­–no olvidemos que la tradición forma parte de la propia definición de muchos de nuestros vinos–, debemos reconocer que el momento actual está caracterizado por el cambio constante. El ritmo que nos han impuesto la tecnología y la inmediatez de la multiconexión implican que las modas sean cada vez más multitudinarias, pero también más efímeras. Y esto es un problema primordial para un sector en el que el periodo de producción de algunos de sus productos puede superar los 5 años. La buena noticia en este terreno es que los campos de actuación son numerosos y van desde el propio producto (las características organolépticas del vino) hasta la forma de comunicar, pasando por el envasado, el etiquetado, los canales de venta, la dosificación, la sostenibilidad, y un larguísimo etcétera.

A lo largo de las páginas del libro, una larga nómina de especialistas internacionales analiza una amplia variedad de temas que vienen a mejorar el conocimiento que sobre el mercado del vino se tiene en el mundo de la academia. Los dos coordinadores señalaron en la presentación del mismo la naturaleza única de este libro y se mostraron optimistas tanto por las vías de investigación que se abren después de cerrado este capítulo, así como por el futuro del vino español en el mundo.

Brindemos por ello… Con un buen vino español, por supuesto…

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